Writing

La travesía de Juan Gelman: Último Inventario de José Emilio Pacheco

Septiembre de 2006. Pacheco inaugura la Casa de la palabra. Foto: Marco A. Cruz
Septiembre de 2006. Pacheco inaugura la Casa de la palabra.
Foto: Marco A. Cruz

El viernes 24 por la noche, José Emilio Pacheco terminó de escribir su Inventario y lo envió a la redacción de Proceso. Más tarde tendría un accidente casero que al día siguiente obligó a su hospitalización. A continuación, íntegro, su último texto.

A Gabriel Zaid en sus 80, con 50 años de afecto…

MÉXICO, D.F. (Proceso).- ¿Existirá una palabra para la nostalgia de lo que no fue y estuvo a punto de ser? Por ejemplo, que el Colegio de Tlatelolco hubiera durado lo suficiente para consumar una verdadera literatura mestiza, una fusión de lo indígena y lo español prefigurada por las Liras de Netzahualcoyotl en la versión de su sobrino-nieto Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. O que Cervantes hubiese venido a la Nueva España para escribir aquí un Quijote con texturas mexicanas. O que Francisco Javier Clavijero hubiera concluido su Enciclopedia novohispana de la que sólo quedó gloriosamente su Historia antigua de México…

Extremos de América

Otra posibilidad perdida es el encuentro literario de México y Argentina. Ignacio Rodríguez Galván, nuestro mejor poeta del primer romanticismo murió, como Juventino Rosas, en Cuba, cuando se dirigía a Buenos Aires para ocupar un puesto diplomático. Nunca sabremos qué hubiera resultado del encuentro entre la Asociación de Mayo y la Academia de Letrán. Manuel Payno iba a representar a México en las repúblicas del Plata pero la misión se canceló.

Federico Gamboa fue el primero en establecer relaciones con los escritores argentinos. En las páginas de su Diario Rubén Darío dejó su poema “A México”. Por razones políticas Darío no pudo llegar a la capital. El mayor vínculo entre los que Daniel Cosío Villegas llamó los Extremos de América fue Alfonso Reyes en un momento en que otros dos miembros del Ateneo de la Juventud, José Vasconcelos y Pedro Henríquez Ureña, vivían también en ese país.

Contínua aquí: La travesía de Juan Gelman.

“Acabo de ver que Kirchner se desvanecía a través de una puerta”

Adelanto exclusivo del último libro póstumo de Fogwill sobre sus sueños.

 

 

Claro que vivo. Pero esto es provisorio. Permanente es lo que no vivo. Se dice: “Ay …¡si uno pudiera…!”. Pero no. No pudiera, uno. Y aunque se pudriese conjugando como es debido, uno jamás podría. (…) Mmmmmmm de mudo. La mutación del alma, más buena letra y a otra cosa. Por ejemplo, al relato. Había una vez que yo soñé algo y lo olvidé. Ese sueño y sus no imágenes me siguen hasta hoy, cuando han pasado casi treinta y nueve años. A eso se llama vivir, o haber vivido, pendiente de un olvido. Es natural ahora, cuando el olvido roe las neuronas, pero aún recuerdo que aquella vez, hace casi cuarenta años, soñé y olvidé y desde entonces pienso que el grueso de la memoria se compone de cosas negras hechas de puro olvido. La memoria está llena de olvido, llena de olvido, vacía de sí, llena de olvido, casi hecha de puro olvido. Uno mismo termina hecho de puro olvido. Durante un tiempo me propuse recordar los sueños, es decir, olvidar el menor número posible de sueños. Joven, pronto imaginé que bastaba tomarlos en serio y recordarlos al despertar y evocarlos un par de veces, un rato después de despertar, para fijarlos en la memoria. Por un tiempo. Parece que el sueño sucede en un espacio (¿será la mente, la conciencia, el interior…?) al que vendrían a caer los sueños siguientes para desplazarlos a otro lado. La nada oscura.

Sueño del 6 de enero
Es el comienzo del ciclo escolar y voy a una escuela de Buenos Aires. En una esquina siembro en el agujero de un árbol unas semillas de marihuana. Después me llevan con una comitiva oficial a una escuela pobre del suburbio y a la vuelta cuento el viaje y paso por mi esquina. Una planta ha crecido y florece. No me atrevo a cosecharla, pero al alejarme, veo que un hippoide se acerca y la reconoce. Tal vez la robe.

Continúa acá abajo:

“Acabo de ver que Kirchner se desvanecía a través de una puerta”.

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