La muerte me da puede definirse como poesía por la discontinuidad y fragmentación que impregnan la novela. Desviada de la linealidad que suele asociarse con la narrativa y, la novela se convierte en una cierta poesía por la ruptura del orden, y el derrumbamiento de las certidumbres. Esta característica laberíntica y fragmentaria de la novela logra el efecto de lo ambiguo. De esta manera, crea un terreno fructífero para que la novela se convierta en poesía.
La poesía juega un papel esencial en la novela. Las palabras de la autora muestran nítidamente la importancia de la poesía en su narración: “considero al poesía, de manera por demás tradicional y jerárquica, como la corona de toda escritura, como la meta de toda escritura” (38). Además la inclusión la prosa pizarnikana refuerza su postura poética
Adicionalmente, La muerte me da se puede describir como poesía por la imposibilidad de un significado fijo en la narración. La autora refuerza esta vinculación entre su escritura y la poesía por la ausencia de una verdad absoluta: ¿Cómo decirle a la Detective que todo poema es la imposibilidad del lenguaje por producir la presencia en el mismo que, por ser lenguaje, es toda ausencia? ¿Cómo comunicarle a la Detective que la tarea del poema no es comunicar sino, lo contrario, proteger ese lugar secreto que resiste a toda comunicación, a toda transmisión, a todo esfuerzo de traducción? (56).
Rivera Garza crea una narración laberíntica, borrando las líneas entre la realidad y la ficción. De esta manera, no sólo aparece el autor ficcionalizado, Cristina Rivera Garza como personaje, sino que se establece una correlación entre el análisis “de la prosa de pizarnik con el propio estilo de la novela. Con este juego constante entre la realidad y la ficción, Rivera Garza crea una narración impermeable que resiste a todo esfuerzo de traducción fija.
Esta postura poética de la novela se centra una posición axial en la que el lector ocupa un papel significativo en eslabón comunicativo. Julia Kristeva escarba la mobilidad de la posición axial de la narración: “We could say that the matrix of enunciation structures a subjectal space in which strictly speaking there is no unique or fixed subject, but in this space, the signifying process is organized, that is provided with meaning as soon as it encounters the two ends of the communicative chain and, in between, the various crystallizations of “masks” or “protagonists” corresponding to the signifying process’ abutments as parental and social structures” (91).
La novela se parece a la poesía por la idea de lo incierto: el tema, el ritmo, el estilo muestran explícitamente el concepto de lo incierto. La novela juega con la idea de la incertidumbre, un aspecto esencial de la poesía. Además, la novela se ve como poesía por la multiplicidad de interpretaciones para el tema de la castración. La castración posee un conjunto de significados. Se puede decir que alude a una castración simbólica, una ruptura del orden y el desmembramiento de la narración. De esa manera, la novela se convierte en poesía por su experimentación en la línea simbólica con el espacio semiótico.
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Me parece muy interesante lo que planteas Keisha. Especialmente tu concepción de la poesía dentro del texto, y me parece que comparto contigo esta concepción. Si pensamos en la poesía como la forma por excelencia de buscar distintas maneras de hacer con el lenguaje, entonces podemos pensar en cómo la novela plantea esto de manera clara. Para pensar en el texto como práctica significativa según Kristeva, no se puede pensar sin tomar en cuenta su relación con las demás prácticas, entre ellas la narración. Y entiendo que es precisamente lo que se observa en el fragmento que presentas sobre su lucha en reconocer a la poesía como lo que la identifica. Hay cierta atadura a un yo, pero ese yo no quiere sentirse ella- es decir, que hay un sujeto fijo en la manera de la práctica significativa de la narración, pero está siendo retado y llevado al límite de significación.
Ahora, lo que me inquieta un poco es lo que planteas de la novela ser una poesía en sí, porque entonces estaríamos definiéndola dentro de una estructura lingüística establecida como género literario. En lugar de ser una poesía, lo que me parece es que el texto de Rivera Garza reta los límites de la narración, del metalenguaje y de la contemplación lo que a su vez implica cuestionar las estructuras lingüísticas que creamos como formas de poder expresadas a través de los géneros literarios. Podríamos en vez, pensar en el ritmo, la repetición y su traída al cuerpo como ese acercamiento a los instintos que propone Kristeva. Como esos restos pre-lingüísticos que empujan los límites del lenguaje.
Pensar La muerte me da de Rivera Garza como poesía es muy interesante, aunque creo que primero es necesario definir que se entiende por poesía, y aún más importante, que podemos entender por poesía a partir del texto de la autora. Considero que puede ser problemático pensar en la obra de Garza en cuestión de géneros, especialmente porque el afán de la obra parece ser escaparse de las categorías y las taxonomías que organizan las obras y las definen a partir de sus partes y semejanzas con otras. Quizá sea posible pensar, entonces, que todas las características que Keisha menciona en su post (desviación de la linealidad, ruptura, fragmentos, múltiples interpretaciones, lo ambiguo, lo laberintico, la idea de lo incierto) no son exclusivas de la poesía, y quizá de ningún género en particular, sino del objeto literario al que nos enfrentamos, y quizá también de todo buen objeto literario. Entonces, creo que es importante definir qué es “poesía”, y como lo sugiere Mónica, la apuesta de Texto (Kristeva) pueda ser una nueva forma de pensar lo poético en la obra de Rivera Garza.