“Quería padecer una fiebre de escritura”

Como si de un cementerio se tratase es como se puede sugerir una forma de ver la relación entre escritura, presente y pasado en La ciudad que el diablo se llevó. Después de la guerra, en Varsovia, sólo quedan algunas ruinas y entre ellas algún libro en latín, una tienda de segunda que en el pasado fue librería y un novelista que ha perdido su novela y desea recuperarla. Para recuperarla le dice Kazimierz “oprimes teclas al azar y de pronto das con la frase correcta. Entonces vendrán todos tus recuerdos en torrente” (76).

El proceso de la escritura entonces puede asociarse con la evocación de un evento doloroso que no ha podido ser asimilado, a través de la escritura es que se desea acceder a ese evento, puesto que este persigue a todo aquel que ha sobrevivido. Como las claves secretas que Feliks teclea en el telégrafo a la espera de comunicar a una audiencia. Asimismo el contar historias -como las que Olga cuenta- y recontar una novela perdida o descubrir inscripciones en lápidas, muestra un deseo que “stubbornly persists in bearing witness to some forgotten wound” (5).

En La ciudad que el diablo se llevó, Varsovia ha sido azotada por la muerte, y lo que queda es remover ruinas y buscar entre lo que se ha perdido para poder así responder a un momento que exige ser escuchado. Ese momento está inevitablemente ligado a la muerte, la muerte que habla de una historia colectiva. A través del proceso de la escritura en la narración se observa, entonces un empeño por reconocer la voz del otro, pero esa escritura está enterrada como los cuerpos que yacen en el cementerio de Varsovia o limitada por los estragos de la guerra. En La cuidad que el diablo se llevó, la urgencia del novelista por rescribir la novela perdida sugiere una respuesta al evento doloroso, un evento que sólo al repetirse permite un reconocimiento “Cualquier mala fecha acabaría por establecerse un gobierno que le impediría imprimir las palabras justas que brotaban de su alma” (253). Según el novelista algo así antes ya había ocurrido. De pronto después de una guerra que había traído miseria y muerte vendría un evento que acarrearía represión y vigilancia.

Entonces a través del proceso de la escritura se reinicia una narración, que se encontraba en el cementerio entre ruinas y cadáveres. En La ciudad que el diablo se llevó ese reiniciar esta condenado por el futuro en el que, como le dijeron a Feliks, se es amigo o enemigo del estado. Por lo tanto habrá que esperar a que esa escritura encuentre quien responda a la exigencia de ser reconocida así como comprendida.

2 thoughts on ““Quería padecer una fiebre de escritura”

  1. Me parece muy interesante lo que planteas Nancy en cuanto a que es “a través del proceso de la escritura se reinicia una narración, que se encontraba en el cementerio entre ruinas y cadáveres. En La ciudad que el diablo se llevó ese reiniciar está condenado por el futuro […]”. Me gustaría partir de aquí pues considero que esta relación entre la escritura, la narración y el trauma interceptan las unas con las otras. Kathy Cauruth plantea en su texto varias maneras en las que la escritura y el lenguaje se relacionan con la experiencia del trauma, como por ejemplo lo hace en la página cinco al indicar que “if traumatic experience is an experience that is not fully assimilated as it occurs, then these texts ask what it means to transmit and to theorize around a crisis that is marked by the ways it simultaneously defies and demands our witness.” A esto agrega que, “one must also be spoken in a language that is always literary: a language that defies, even as it claims, our understanding.” Entonces, el texto, la escritura y el lenguaje desafían nuestro entendimiento o nuestra comprensión de la experiencia. Me parece que esta idea de Caruth conversa con el texto La ciudad que el diablo se llevó pues en el texto, pensando en la comunicación en código morse, se menciona “siempre las palabras tendrán más fuerza que las balas” y más adelante que “había que aprender letras que no existían en el alfabeto polaco”(44). Por lo que se observa que el lenguaje en este código o más bien este código de lenguaje es en sí uno que está retando la comprensión de la experiencia; más aún porque la necesidad de comunicarse en este código es resultado de la propia experiencia traumática.
    Ahora, me gustaría retomar tu idea Nancy sobre el reinicio de la narración, pues desde mi lectura de Caruth y del texto no me parece que es tanto un acto de reiniciar, sino de una repetición condicionada a la experiencia del trauma como aquella que no llega al estado consciente y sigue apareciendo de manera irrumpida en la realidad. Por lo que a su vez me parece que el texto de Toscana no propone tanto buscar un cementerio en las ruinas y los cadáveres sino problematizar y exponer esta experiencia traumática y la imposibilidad de una re concepción individual ajena a esa experiencia.

  2. Al inicio de tu exposición aludes a lo que queda en la Varsovia de la posguerra. Esto nos conduce a pensar indefectiblemente en lo que se perdió. Una de las ideas recurrentes en el trauma como lo expone Caruth es la repetición, la recurrencia de un evento traumático y con ello, la incapacidad de comprender y asimilar la experiencia al momento que ocurre. El párrafo inicial del quinto capítulo lo resume de manera efectiva: “…trauma is described as the response to an unexpected or overwhelming violent event or events that are not fully grasped as they occur, but return later…” (91).
    En la Ciudad que el diablo se llevó podemos notar una serie de pérdidas, todas ocasionadas por la guerra. Tenemos unos personajes que se desplazan entre la destrucción y, por ende, por el constante recuerdo de la pérdida de la ciudad y todo lo que implica: la pérdida de los bienes materiales, del patrimonio intangible, de sus derechos y de su humanidad. Podemos pensar también en la pérdida enfocándonos en otra de sus acepciones: la derrota. Ésta regresa constantemente y permite que los personajes comprendan que ellos no debieron subir al vagón y escapar de la muerte al inicio de la novela. El aparente triunfo sobre la muerte era solamente su confirmación. Feliks, quien los rescata, es el último en comprenderlo, pero al igual que el resto se embarca hacia la muerte en el Vístula. Quizás el indicio más claro sea su final rechazo a los cuentos de hadas con finales felices.
    Podemos pensar que la palabra está desprovista de su capacidad creadora. En el ejemplo anterior vemos que la palabra ya no puede crear ilusión, esperanza. Se trata de un entorno en el que la literatura no tiene utilidad. Los vestigios que puntualizas son el recuerdo de la pérdida. Las librerías se destruyen con lanzallamas y los novelistas no pueden recordar lo que escribieron. Nuevamente, nos damos cuenta de que la pérdida siempre es mayor: el Novelista no solamente perdió una novela, sino su capacidad y la posibilidad de inscribir una tradición literaria a su modo. En este ambiente las palabras destruyen. Feliks es ejemplo de ello: sus palabras destruyen su hogar y asesinan a Bojarski.

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