“Bajo la sombra constante del amor y la política”
“La historia ocurre dos veces, primero como tragedia y luego como telenovela” (Villoro 37). La novela se puede describir como telenovela histórica donde la memoria personal se enlaza con la memoria histórica. En la novela, Villoro explora los desdoblamientos de la historia política y la historia de amor de Julio Valdivieso. El testigo posee los rasgos de una telenovela histórica donde el amor y la política entrecruzan dentro del mismo contexto histórico.
Julio Valdivieso vuelve a México después de 24 años de su ausencia. La principal razón del regreso consiste en una investigación sobre el poeta Ramón López Velarde. Sin embargo, un compañero de juventud le propone el proyecto de recuperar algunos episodios de la Guerra Cristera con el fin de elaborar el guion de una telenovela histórica.
La historia se entrelaza con la política y los recuerdos del protagonista de la relación incestuosa con su prima. Siguiendo el formato de una telenovela, la novela profundiza en este amor prohibido a través de los recuerdos del protagonista. Valdivieso vive perseguido por la sombra constante del amor perdido. El fantasma de Nieves le persigue y convierte en una sombra omnipresente: “Nieves volvía a él como un olor a nísperos y tierra mojada, a violeta de genciana y viejos remedios de farmacia, a chicles de grosella y refrescos de naranja química. México era Nieves” (43). Esta vuelta de memoria, coincide con la aparición como guía de Alicia, la hija de Nieves, vínculo que une el futuro que el con el pasado
La tensión entre memoria personal y memoria historia se pone de manifestó en la novela con las escenas cambiantes de momentos históricos con las memorias personales. De esta manera, capta la esencia del testigo como una telenovela histórica. El testigo narra la memoria histórica y personal del protagonista. Ambos ocupan relevancia por su esfuerzo de captar la experiencia auténtica del testigo. No se puede eliminar la memoria personal de la ecuación porque está íntimamente ligada con la memoria histórica del protagonista.
La novela, como función de archivo, se inicia en el cementerio en Paris, donde Valdivieso se encuentra con el monumento de la tumba de Porfirio Díaz. Valdivieso se asombra a un México en el cual la figura de Porfirio Díaz aún no ha muero. La tumba es lugar donde el pasado y el futuro entrecruzan en el mismo terreno: Julio se asomó a ver la previsible Virgen de Guadalupe, las fotos del dictador, un florero que reclamaba mejores atenciones. Al borde del piso, le sorprendió una placa de piedra, con la leyenda: “México lo quiere, México lo admira, México lo respeta” (25).
El encuentro de Valdivieso con la cripta de Porfirio anticipa su regreso a México como investigador de López Velarde. La vida y la obra del poeta generan un debate incesante sobre la vida y el legado del poeta icónico. Entre todas las voces emerge la del narrador, revelando sus pensamientos sobre esta figura icónica: “Se trataba, a fin de cuentas, del único poeta asimilado al mito” (53).
La novela escarba los lectores de Velarde, que incluyen los radicales, los populistas y los más fanáticos como el cura Monteverde y tío Donasiano. En el estilo de una telenovela histórica las escenas se giran de la memoria personal a la memoria colectiva. Las escenas de la memoria colectiva, ilustra la mirada sesgada de los discursos del pasado. Además, conduce a preguntarnos, ¿Cómo es que López Velarde provoca la fascinación entre grupos opuestos? Entre las voces más fanáticas, se escucha la voz del cura que habla de su santidad: “Necesitamos su ayuda para canonizar a Ramón López Velarde. Un caso de santidad- continuo el padre-así lo acreditan el martirio y el evangelio de su obra” (96).
Otras voces destacantes como Elena, trivializan las barbaridades que cometieron en la Guerra Cristera. De manera tan pasiva, habla de las atrocidades de los cristeros: “Lo normal era agarrar a los prisioneros y cortarles las orejitas. Los maestros estaban tan desnutridos que no hubo que batallar mucho para cortarles las orejas y despellejarlos vivos” (157).
La novela con sus escenas cambiantes y la multiplicidad de voces, establece un diálogo con la otra mirada, mostrando que no hay una sola interpretación del pasado, sino una pluralidad de perspectivas. Cada voz tiene autonomía para expresar su versión de eventos, su caracterización de personajes y sus experiencias personales. Demuestra que el archivo siempre está sujeto a la mirada sesgada de la otra por la relación complementaria entre la subjetividad y la memoria.
Tus comentarios me hizo pensar en el “Mystic Writing Pad” de Freud, especialmente cuando escribiste que “cada voz tiene autonomía para expresar su version de eventos, su caracterización…” etc. Es interesante pensar en esta idea en cuanto a las dos capas del cuaderno místico. Aunque al principio, podemos suponer que los eventos se escribe mas o menos de manera similar en la primera “capa del cuaderno” de cada testigo, esa escritura principal desaparece casi inmediatamente, y lo que queda es solo los grabados en la cera abajo. Pero, por la analogía de Freud, suponemos que esos grabados son apenas visibles, mezclados con otros grabados de otros tiempos, y, en general, difícil a descifrar. Entonces para aclarar una memoria que solo existe en la cera, hay que descifrar y traducir unas huellas. Por eso, es cierto que las “traducciones” de la memoria se mezcla con otras memorias/experiencias personales y con referencias al presente.
Pues… No hay (o no encuentro) opción para editar a los comentarios. Entonces, quería escribir “Tus comentarios me hicieron pensar…”
La telenovela, como bien indicas, es uno de los géneros con los que juega El testigo. Desde el primer capítulo se establece dicho juego con la propuesta que Juan Ruiz, el Vikingo, le hace a Valdivieso para hacer una telenovela sobre la Cristiada. En este capítulo ya aparecen los tópicos trillados de las telenovelas: el amor frustrado, los problemas familiares, la decencia, las buenas costumbres, el desprecio de los estratos desfavorecidos de la sociedad. Estos tópicos le permiten al melodrama apelar a las emociones del televidente. En la familia de Valdivieso se recrean estos tópicos. Según el narrador, “Los familiares con los que Julio aún tenía contacto en San Luis Potosí y la ciudad de México estaban fascinados con el triunfo de la decencia, veían la democracia como el regreso a las buenas costumbres y, sobre todo como el fin de la Revolución” (25). En El testigo, esta caracterización permite resaltar otros aspectos, tales como la religiosidad y el conservadurismo, los cuales también se incorporan indefectiblemente en las telenovelas.
La figura del Vikingo también nos conduce a otro género que se incorpora: la narconovela (Cuando se publica este El testigo la narcotelenovela no era tan popular, de lo contrario, es muy posible que también se hubiera incorporado este género). En la primera parte de la novela comienzan a surgir indicios de violencia relacionada con el narcotráfico, la cual toma mayor relevancia a medida que se desarrolla la narración. La novela sicaresca, por su parte, incorpora elementos de la novela policial y de la novela negra, los cuales veremos en la segunda parte de la novela.