La anatomía refiere a la disposición de las partes que con forman un cuerpo orgánico, así como al estudio de esas partes, sus funciones y sus relaciones. Anatomía de la memoria es la anatomía de la memoria plasmada como un cuerpo. Es la disposición de la memoria como miembros que se estudian por separado, pero entre los cuales se trata también de encontrar una relación. Y si el libro apunta a hacer una anatomía de la memoria, en su misma forma se plantea como un cuerpo que se disecciona en capítulos: “Cuerpo”, “Cirugía”, “Appendix”, “Hígado, bilis, médula”, “Remembranza”; los cuales a su vez están divididos en “Miembros”; que a su vez están subdivididos en “Subsecciones”. Lo que pareciera ser la escritura de una biografía de un poeta se convierte en un intento de recomponer a través de un libro la memoria como cuerpo: “¿Cómo, entonces, darle cuerpo a la historia de Orígenes?” (101). El libro intenta recomponer la memoria corporizándolo, y la novela se nos presenta como un libro fraccionado en miembros que es necesario “remembrar” (recordar pero también volver a reunir los miembros, título del último capítulo).
“El libro es el lugar donde la memoria se hace cuerpo” (46), en un intento de “darle cuerpo a lo que vamos olvidando, sin ese cuerpo nadie tiene asidero” (58). O sea, la memoria, en un intento de aprehenderla, se corporiza en libro, en escritura. Y por eso Anatomía de la memoria se escribe y se lee como si estuviéramos estudiando un cuerpo (¿vivo? ¿muerto?). Pero corporizar la memoria implica también definir los límites de ese cuerpo, ya que la palabra cuerpo es “aquello que tiene extensión limitada, perceptible por los sentidos” (11), o sea, definir también los límites de la memoria. Y en este sentido se plantea un problema al no poder definir los límites entre Juan Pablo Orígenes y Pablo Lezama. Hay algo que “falla” en la memoria, que no puede establecer esos límites con lo cual no se puede atribuir cada nombre a un cuerpo distinto. Y ese problema surge justamente en el viaje de Juan Pablo a la frontera, al límite.
Pero la memoria se hace cuerpo como forma y como tema. La memoria es cuerpo, es carne, sangra. Y el cuerpo aparece también como metáfora en relación a cuerpos enfermos y cuerpos Enfermos, estar enfermo y ser Enfermo. La Enfermedad del pasado se mezcla en la memoria con la enfermedad (el cáncer de la madre de orígenes, las enfermedades de los familiares de Lida pintados en las paredes), pero también en el presente de los que eran Enfermos y ahora están enfermos, o que siguen siendo Enfermos y están enfermos.
¿Y qué pasa cuando un cuerpo no tiene todos sus miembros, como en el caso de Macedonio? ¿Por qué esa casi obsesión de Norma de guardar partes de cuerpo? Se maneja una idea de que recuperar y reunir todos los miembros podrá, tal vez, acercarnos a esa reconstrucción del pasado como memoria. Y ahí entonces la memoria necesita para corporizarse de la memoria de todos los que participaron: “habría que unir la memoria de los personajes” (214), pero ¿dónde fijar los límites de esa memoria? ¿Cómo puede corporizarse si no están esos límites? ¿Cómo saber cuáles son los miembros que pertenecen a un cuerpo?
La novela juega con la metáfora del cuerpo tanto en la forma como en la temática. A mi entender, lo más interesante es ese juego del cuerpo como forma y como tema.
Como casi todos los comentarios de los compañeros del Grupo B han señalado, la relación entre el cuerpo, la memoria, la escritura y el libro es un Leitmotiv que configura y estructura la novela de Eduardo Ruiz Sosa, Anatomía de la memoria. Considero que es un trabajo copioso y extenuante revisar cada una de las entradas en las que la novela habla sobre esta relación, relación que por cierto no es inequívoca ni clausurada, sino que por el contrario, siempre está siendo re-escrita desde diferentes voces (la de los personajes de la novela) y discursos que tropiezan cualquier intento de afirmación, cualquier oración regida por el verbo “Ser”: “la memoria es…”, “el cuerpo es…”.
Así, y hecha esta aclaración, me quiero concentrar en un episodio particular para entender cómo la novela funciona como un cuerpo. En esta primera parte de la novela Macedonio Bustos, quien a hora se encarga de la Botica, unos de los espacios más importantes de la novela, en alguna entrevista con Salomón le cuenta el accidente que le deformó la mano y que lo dejó sin algunos dedos y con una mano en forma de “conejo”. Al contarle la historia, Macedonio le comenta a Salomón que después del accidente, un doctor le recomendó, con el fin de regenerar la mano, hacerle una incisión en el estomago, cerca al hígado. El fin de este inusual procedimiento era, al igual que los reptiles, dejar que la carne se regenere con el contacto con la carne, que el cuerpo sea el mismo encargado de su recuperación, de su regeneración. Y más interesante aún, el procedimiento consiste en introducirse en sí mismo, auto penetrarse, cortarse, irrumpir en el propio cuerpo… diseccionarlo, deformarlo, cicatrizarlo, para que al final vuelva a ser un cuerpo completo: se corta el cuerpo, se lo mutila, en mor de su unicidad, de su “completitud”: paradoja del cuerpo, paradoja de la escritura, paradoja de la memoria, paradoja del libro. El resultado de esta operación quirúrgica no es “exitosa”, porque la mano no se regeneró, señalando la inoperancia de la intervención y del afán mismo que la motivó. Así funciona el cuerpo de Macedonio.
Y así, creo también, funciona la novela. Anatomía de la memoria opera, dentro de sus muchos movimientos y pulsaciones, al igual que el cuerpo de Macedonio. La biografía que está escribiendo Salomón (¿Anatomía de la memoria es el resultado, es la biografía?), el libro que escribe Salomón, por encargo del Ministerio de Cultura, reproduce, con sus diferencias, este geste de irrupción, de quirúrgica, de volverse a sí misma, la escritura. Opera, como un cirujano, diseccionando La anatomía de la melancolía, al igual que las abundantes, casi exageradas, citas que figuran en la novela: libro que corta el gran Libro (Mallarmé), la literatura, que introduce su mano para regenerarse, pero de la que no sale un ente completo, cerrado y clausurado.
Me gusta que has prestado atención a los títulos de los capítulos; creo que en pensar en el libro como cuerpo, es crucial prestar atención a como se ha definido el cuerpo en la novela. Como has notado, en la página titular del primer capítulo, se ha definido el cuerpo como “aquello que tiene extensión limitada, perceptible por los sentidos.” Creo que es importante notar no solo que el cuerpo es lo que tiene limites definidos, sino también que esos limites solo se perciben “por los sentidos.” Sin los sentidos, no se saben los limites–o en algún sentido, no existe los limites. Por eso, dice Orígenes, “No existe la maldad, existe la manifestación de la maldad, como tampoco existe la memoria, sino la manifestación de la memoria. El libro es el lugar donde la memoria se hace cuerpo” (46). Los limites solo existen para que se manifieste algo–para hacer posible percibirlo con los sentidos. Entonces el libro existe para “manifestar” la memoria: para dar limites a la memoria, que es igual a hacer un cuerpo de la memoria. En ese sentido, el libro es literalmente “la anatomía”–el cuerpo–“de la memoria”.
La disposición de las partes que mencionas me hizo pensar en la forma en que se relacionan. La novela nos presenta la memoria como una espesura de recuerdos. Para Salomón desplazarse por la memoria es moverse por un follaje: “…Salomón sabía que todo esto era mentira, y le pareció que enunciarlo era meterse en un ramal de la memoria demasiado peligroso…” (128). Por otro lado, Estiarte Salomón anticipa que aunque lograra recabar datos para escribir la biografía, le sería difícil disponerlos adecuadamente en el libro: “…se dio cuenta, incluso, de que si lograba hablar con Lida Pastor y ver las pinturas de las que le habló Macedonio, esa Enfermedad de los estudiantes se mezclaría con la otra enfermedad, la de Lida Pastor, la de su familia, la del hombre con la mano como una cabeza de conejo” (110). La mezcla en la memoria de Estiarte Salomón nos conduce nuevamente a la interrelación de las experiencias vitales y la dificultad para desplegarlas (otra imagen con la que se metaforoza la memoria en la novela). La experiencia vital misma es un “ramaje entreverado” (110). ¿Cómo traducir este ramaje a la memoria? Ramaje ya supone una complicación y si a esto le agregamos que es entreverado nos formamos la imagen de un tejido superado, en el sentido de excesivo, no tanto de dominado. Tenemos entonces un ramaje que se deposita en otro ramaje que es la memoria. La pregunta que surge ahora es, ¿cómo trasladarlo a un texto una vez que ha sido depositado en la memoria? Se requiere un desplazamiento a lo largo de las ramificaciones. Podemos pensar en el sistema circulatorio y, aún más, en el nervioso. En este sentido Estiarte Salomón encarna los procesos sinápticos que permiten la remembranza. La forma de la novela es ésta: un conjunto de experiencias, recuerdos y perspectivas entrelazadas que hay que desplegar y para hacerlo es necesario comenzar por un extremo, por el límite. Sin embargo, la novela, que se gesta en los límites de otro libro, parece resistirse: “…el libro, o la historia del libro, o la histología del libro, hace metástasis, se extiende, rizoma oscuro por los recodos internos del cuerpo de la memoria” (70).
DEUS88