A veces la escritura, le dijo Orígenes un día, es una conversación que uno tiene hoy con el recuerdo de ayer, te lo explico, Salomón: escribir es posible solamente después de los hechos, y esto es muy triste, porque uno, cuando es escritor, no tiene capacidad de reaccionar ante la vida: uno tiene que esperar, asimilar, comprender, y entonces, cuando la memoria nos visita como un fantasma, entonces solamente es posible hablar con ella; pero es una pura anacronía la escritura: usted está escribiendo un libro sobre algo que pasó hace cuarenta años, ¿por qué no naciste antes, cuando había que escribir este libro?; ninguno de nosotros había sido capaz, en aquellos años, de decir nada valiosos sobre el asunto, y ahora a todos se les llena la boca de palabras importantes y llenas de savia, pero yo tengo la sensación de que no son más que palabras podridas, oxidadas, llenas de líquenes; eso es la escritura: / un hablar muy tarde con lo que hace años nos partió el corazón… (Ruiz Sosa 446-447)
Este fragmento de Anatomía de la memoria ayuda a configurar el trauma. Esta construcción se hace posible mediante otra: la ficción, cuyo alcance depende de un distanciamiento temporal. El fragmento equipara escritura y trauma. Es decir, de la misma manera que el escritor precisa de perspectiva para relatar los hechos, es el tiempo el que revela el trauma: la persistencia del daño causado por la violencia.
La escritura y el trauma se fundamentan en la memoria. En el fragmento, ésta es un fantasma que persigue y está siempre presente. Esto permite hablar con ella. La frase hablar con presenta una ambigüedad que admite interpretarla como: 1) tener una conversación con la memoria—lo cual se sugiere al inicio del fragmento—o 2) un discurso que utiliza la memoria para construirse. La conversación con la memoria implica presencia, no sólo por la necesidad de un interlocutor sino porque una de las acepciones de conversar en el Diccionario de Autoridades es vivir, morar, habitar. El trauma es precisamente vivir con un recuerdo. El narrador indica que la escritura es “un hablar muy tarde”, lo cual indica que la escritura es obsoleta. Su utilidad, según indica el narrador, se determina en un momento preciso, en el presente. Por otro lado, si la escritura es un hablar muy tarde, cabe preguntar, ¿muy tarde para qué? El narrador indique que quizás Estiarte Salomón hablaba hoy con el pasado, “…como si fuera posible rectificar las muertes, las ausencias, las dificultades anteriores con la voz del ahora…” (447). Sin embargo, Salomón no pretende rectificar las muertes. Con la elaboración de la biografía de Orígenes, Salomón vindica su memoria.
Las imágenes de persistencia se instalan en el fragmento. Los líquenes, como organismos sintéticos, son una metáfora de la novela: una síntesis de fragmentos de memorias. Asimismo, la resistencia de los líquenes simboliza la persistencia de los recuerdos. El narrador afirma que las palabras que se expresan en el presente sobre el pasado están podridas y oxidadas, lo cual parece implicar un estado obsoleto. Sin embargo, el liquen se desarrolla en la descomposición y el óxido, recordemos que los hongos son parte de esta relación simbiótica, los cuales son agentes de descomposición. El liquen, entonces, es una paradoja, ya que es síntesis, pero simultáneamente, agente de descomposición. Podríamos conciliar esta contradicción sugiriendo que al igual que el liquen, la palabra deconstruye —la verdad histórica— para construir —un relato sobre la Enfermedad. Aunque la memoria decae, de ahí surge la palabra y resiste, como el liquen.
Otros organismos que transitan la novela, como la memoria y el trauma, son los arrayanes y las ceibas. Los primeros, de hojas resistentes, implican persistencia. Además, en Pedro Páramo—novela habitada de fantasmas (¿Una conversación con fantasmas?)— solamente los arrayanes y los naranjos crecen en el inhóspito suelo de Comala. Por otro lado, las ceibas eran un elemento importante en la espiritualidad de algunos grupos prehispánicos. Como tal, su trascendencia supone perdurabilidad.
De esta manera, al equiparar escritura y trauma el libro de Ruiz Sosa elabora una reflexión simultánea sobre ambos.
Me parece muy interesante el fragmento que escogió José Alfredo para trabajar la metaficción en la novela. Anatomía de la memoria corporiza la memoria a través de la escritura en un proceso siempre diferido: “escribir es posible solamente después de los hechos”, “es una pura anacronía la escritura”. Entonces el fragmento trabaja sobre la idea de que la escritura de la memoria es diferida, pero también lo es la misma memoria: “conversación que uno tiene hoy con el recuerdo de ayer”. Entonces, la escritura de esa memoria está siempre mediada por el “hoy”. Tal vez por eso, la novela intenta corporizar la memoria estableciendo la forma, la anatomía, o sea, relacionando las diferentes partes que conforman esa memoria, estableciendo los límites que todo cuerpo tiene, pero sin que el contenido tenga que ser necesariamente claro. Esto es lo que Salomón intenta hacer y lo que se le dificulta cada vez más a medida que avanza la novela: ¿qué partes forman ese cuerpo? ¿Dónde establecer los límites? ¿De qué forma se relaciona con su propia historia mediada por la memoria? José Alfredo plantea que el fragmento equipara escritura y trauma. Me parece muy interesante esa relación de escritura como casi necesidad frente al trauma, otro de los temas que aparecen en la novela que al igual que la memoria, siempre está diferido en el tiempo y espacio.
La cuestión de los líquenes me parece también muy interesante como metáfora de síntesis de fragmentos de la memoria. Puede plantearse un paralelo también con los procesos de síntesis que hace el cuerpo. Podemos plantearlo como dice José Alfredo, como paradoja: también sintetiza y descompone lo que ingiere, tal como lo hace la memoria.