La voz en Los ingrávidos es un punto clave para la idea de continuidad en la novela. Tenemos por principio dos voces, la de una narradora en el presente y su vida en el pasado, en la ciudad de Nueva York. Su aparente inmovilidad en el presente “no sé que diría Laura ahora que mis únicas caminatas son entre la cocina y la sala, entre el baño de arriba y el cuarto del mediano y la bebé” (25). La narradora en el presente en contraste con la narradora en el pasado se mantiene en casa, de un cuarto a otro. Sin embargo, aquí se genera una relación importante entre espacio y tiempo puesto que a través de la voz narrativa la movilidad es posible. Es decir vamos de un tiempo a otro y los eventos en el pasado crean espacios específicos que también son importantes para la voz narrativa. En el pasado, la narradora se vuelca en un interés por rastrear pistas y coordenadas que la lleven a Gilberto Owen. La narradora recién en la novela asegura “El día que le dije a él que me iba para siempre de la ciudad por que me había afantasmado, me acarició la frente” (18). De esta manera la narradora anuncia a los ingrávidos, las voces que son dos, sus desdóbles en el tiempo y así se encuentran en los intersticios del espacio. Y la voz narrativa en dicho proceso de escritura también dice “El metro, sus múltiples paradas, sus averías, sus aceleraciones repentinas, sus zonas oscuras, podría funcionar como esquema del tiempo de esa otra novela” (64). No es de extrañarse entonces que la novela nos de un recorrido del metro de Nueva York, del tren que va hasta Filadelfia y de las coordenadas que ubican espacios que cobran importancia. Ver la ciudad desde abajo genera otra perspectiva, una que parece adecuarse a las voces de estos ingrávidos.
Los espacios en Los ingrávidos son de particular interés, por ejemplo la casa y el metro. El metro en particular es un espacio en el que las voces se encuentran. Es en el metro donde la narradora cree ver por segunda vez a Gilberto Owen. Asimismo es en el metro donde Gilberto Owen asegura haber visto a Ezra Pound. El metro conecta las voces desde otro tiempo, y lo más interesante es que el lector se va moviendo en la novela como si fuera un pasajero del metro. Es decir llegar a una estación y a otra, en otras líneas conectarse en la ciudad y llegar a un destino.
Llama la atención también notar que desde un cierto punto en la novela parece ir cobrando más presencia la voz de Gilberto Owen, el texto dice “Empezar así: todo sucedió en otra ciudad y en otra vida” (62). Así que en la voz de Gilberto Owen también encontramos dos voces, la de su juventud en Harlem y su presente en Filadelfia. Después de haber visto a Ezra Pound, Gilberto Owen asegura también ver otros rostros afantasmados, es decir de otro tiempo. El encuentro entre Owen y la narradora es muy interesante por que conecta espacio y tiempo. En la narración, el lector ya está al tanto de ese evento “En el metro camino a casa vi por última vez a Owen. Creo que me saludó con una mano” (78). Unas páginas más tarde pero años antes se sabe del evento por la voz de Owen, cuando asegura haber visto a la mujer de abrigo rojo, rostro oscuro y ojeras “La saludé con una mano, pero creo que no me vio, por que siguió de largo y volvió a adentrarse en la estación” (115). Entonces, a través de la voz de la narradora y Owen, que a su vez se desdoblan en las voces de otros tiempos y en otros espacios es que se logra un salto entre voces y fragmentos para crear una relación.