“¿Cómo hablar de la muerte cuando se tiene apenas la imagen de un edificio? La fachada luce huellas de violencia, algunas ventanas están tapiadas, ¿pero qué relación tiene eso con unas niñas que lloran? ¿Se debe hablar de fosas con cuerpos o de habitaciones vacías?” (134).
La novela de Toscana transcurre en medio de ruinas y de vacíos, pero también con personajes que son ellos mismos ruinas y que no saben o no pueden moverse sino en esas mismos escombros: en los bares destruidos, en los edificios que ya no están, ocupando espacios de otros. Y también apropiándose y reconstruyendo las vidas de otros, como en el caso de Kazimierz y la fotografía de las dos hermanas.
En este sentido, los personajes se presentan como testigos de ese trauma que supone el pasado, como responsables y como testigos, pero también como portadores del imperativo de sobrevivir, de acuerdo a Cathy Caruth. Los personajes, como sobrevivientes, son presencia del pasado y son testimonio de lo que ya no está.
Así, la presencia del pasado está en la novela, entonces, tanto en las ruinas como en lo que ya no está, tanto en los cuerpos en las fosas como en las habitaciones vacías, así como en los tranvías que ya no pasan. Y la escritura se plantea como nexo entre la presencia del pasado y la comprensión del presente que no siempre es posible aprehender. Es el mensaje en yiddish que es necesario descrifrar, y es también el libro perdido que se trata de recuperar incesante e inútilmente, a través de una máquina que no representa lo que se quiere escribir.
Me gusta tu lectura de ese fragmento del texto. Estoy de acuerdo que por ese pasaje podemos entender que “la presencia del pasado está … tantos en las ruinas como en lo que ya no está.” Caruth dice que el “historical witness” siempre es doble-contado, y creo que ese ejemplo demuestra exactamente lo que ella quiere decir. Los sobrevivientes deben contar las historias de las víctimas (porque las víctimas no pueden hablar por ellas mismas), y por eso, la historia del muerto siempre depende de la historia del vivo.
“En este sentido, los personajes se presentan como testigos de ese trauma que supone el pasado, como responsables y como testigos, pero también como portadores del imperativo de sobrevivir, de acuerdo a Cathy Caruth”.
Este comentario de Daniela me parece interesante porque mi lectura de los personajes de la novela difiere en algunos puntos con la afirmación. Al leer La ciudad que el diablo se llevó, no pensé a los personajes como testigos de un pasado, testigos de un trauma – quizá sí como personajes que vivieron durante la invasión de Polonia y presenciaron la destrucción de la ciudad y el sometimiento y la reducción de la población (es más, ellos escaparon, por una aparente mal – o buen – cálculo de ser ejecutados por un batallón). Pero me pregunto hasta qué punto podemos afirmar que en el ahora de la novela los personajes están dando testimonio de ese trauma (tanto personal como público), hasta qué punto los personajes están (re)escribiendo o intentan traducir a otro lenguaje su experiencia del trauma. E incluso, ¿esa experiencia traumática es producto de la destrucción de Varsovia, o anterior a ella? ¿Están dando testimonio de un trauma de la guerra? Al igual que la guerra hace indistinguibles (cosa que sorprende y molesta Ludwvik) los muertos naturales, accidentales o propiamente de guerra, creo que la novela está reflexionando sobre cómo el origen y del trauma (si es que hay siquiera) en estos personajes.
Por extensión, ¿son los protagonistas realmente sobrevivientes? Según algunas acepciones de la palabra, sí lo son. Pero todos los somos, entonces. Pero ¿cómo sobreviven? Si, y siguiendo con la lectura anterior, podemos cuestionar si los personajes están dando testimonio de algo, también podemos cuestionar su modo de sobrevivir. Al La ciudad que el diablo se llevó me llamó la atención, y es solo mi lectura, cierta distancia que sentí hacia los personajes, distancia quizá producto de mis expectativas frente al contexto de la novela. La sobrevivencia de los personajes raya en lo patético, en lo fútil, en lo profanación de la muerte y del cuerpo; en el matrimonio, bendecido y aprobado por la palabra en latín de un padre que confunde el agua bendita con vodka, de un vivo (que intenta pasar por profesor del movimiento de las estrellas) con una muerta (que fascina por su santidad); en devenir muñeca de caja de música y rotar sobre la pata de palo entre las ruinas de una bar… ¿O quizá esta sea la apuesta de la novela: son estos los únicos modos de sobrevivir posibles después de una gran tragedia?
(Continuación) Siguiendo esta lectura, creo que son los objetos los que dan testimonio algún tipo de testimonio en la novela, esto, incluso, a pesar de su apropiación por parte de los personajes. Testimonio que se da, por ejemplo, el reloj de pulso de Satori, que se resiste a mover sus manecillas y acomodarse a la hora actual (según los deseos de Kazimierz), es decir, objetos que dan testimonio a pesar de ser apropiados y ultrajados por los mismos personajes de la novela. Por eso, entonces, creo que son los objetos los testigos y los verdaderos sobrevivientes de la novela, y no los personajes que comercian e intentan inscribirse, ser parte del trauma, por medio de su profanación.