La verdad se escapará.
-Walter Benjamin

Existen verdades absolutas, son verdades perennes, inmutables, algunas insondables, pero todas ineludibles. Las verdades absolutas, por definición, no están sujetas a nuestra razón. Por medio de la razón las reconocemos, pero no las podemos hacer más o menos ciertas; si las reconocemos son verdad y si no las reconocemos no dejan de serlo”.  Así declara el Juez del Tribunal Supremo Kolthoff en su resolución de reconsideración en el caso de adopción de una pareja lesbiana, la cual fue denegada el pasado 10 de abril de 2013.

Ante la vuelta de concepciones fundamentalistas de la “Verdad”, como la que expresa la declaración del juez Kolthoff, que remiten a la noción medieval de revelación divina, comparto esta breve reflexión sobe el concepto verdad. Mi primera observación apunta a una cuestión crucial que no debemos  olvidar; verdad es una palabra, un concepto, una metáfora y no una cosa que existe objetivamente, exterior al discurso. La verdad es una representación que está constituida por y en el lenguaje. No hay una conciencia central y omnicomprensiva que garantice la “objetividad” y la coherencia de la “realidad”, como tampoco existen discursos inocentes que puedan representar, de forma neutral y transparente, la verdad. Solo tenemos una sucesión de interpretaciones. La verdad está siempre en fuga para ser producida y construida. Está vinculada circularmente a los sistemas de poder que la producen y la mantienen, y a los efectos de poder que induce y que acompañan al régimen que la produce.

En nombre de la “verdad”, de la idea metafísica de la verdad, se han producido las grandes matanzas, horrores y exterminios de la humanidad. Primero se asesinaba a nombre de la verdad llamada Dios y luego de su muerte, se mató a nombre de la verdad llamada Ciencia y la verdad llamada Razón. Pero siempre a nombre de la verdad que remite a fundamentos absolutos. Es decir, la verdad cuyo fundamento último es aquel del que no se pueden señalar las condiciones que lo fundan y que solo puede presentarse como una verdad absoluta que nadie debería rechazar. Históricamente, esa verdad ha sido siempre la “verdad” de los vencedores.

La disolución de los fundamentos absolutos en lo que se conoce como la “posmodernidad” ha socavado la idea metafísica de la verdad y ha creado una era de incertidumbre. Dicha disolución ha traído como reacción el resurgimiento de los fundamentalismos —fundados en la religión, en la raza, en la defensa de la raíces culturales nacionales— que nos amenazan con nuevas y terribles guerras de exterminio, y nuevas y poderosas políticas de exclusión como la prohibición de la adopción por parejas gays, como el caso citado arriba que el juez Kolthoff justifica invocando “la verdad absoluta”. Ante la vuelta de los fundamentalismos metafísicos habría que insistir en un horizonte ético-político que impulse el desenmascaramiento de la sacralidad de todo fundamento absoluto, de toda verdad absoluta, “de verdades perennes e inmutables”. En fin, de una nueva Edad Media.

* Texto revisado y ampliado para 80grados, publicado originalmente en el blog Pensar lo Contemporáneo.

Publicado en 80grados.net » Fundamentalismo y “Verdad”.