El águila, el timonel, el patán, el exiliado, y el 11 de septiembre
José María Naharro-Calderón
In memoriam de Lauretta Clough, la cual tenía la gentileza de comentar estas …
El estío de 2023 ha estado plagado de hitos para el llamado nacionalismo trivial o cotidiano de Michael Billig y Tim Edensor. Por actos de nacionalismo banal, trivial o cotidiano me refiero a lo que Billig explica siguiendo a Benedict Anderson como lo imaginario de una comunidad que se olvida inconscientemente de la historia para residir en lo que Pierre Bourdieu llama el habitus, así como lo que Edensor estudia respecto de la superioridad nacional en origen a través de los deportes británicos, faros morales y masculinos para gobernar las colonias u otros territorios, gracias a estereotipos de identidad y otredad que emergen del (des)encuentro entre contextos culturales internos y externos para la cotidianidad y estilos nacionales y deportivos.
Así, nos han llegado la necrológicas de Federico Martín Bahamontes, primer vencedor español en 1959 del Tour de Francia; la de Guillerno Timoner, séxtuple campeón del mundo de medio fondo en bicicleta tras moto entre 1955 y 1965; la victoria en el campeonato del mundo de la selección española femenina de fútbol el 20 de agosto del corriente, con el subsiguiente asunto Rubiales; una declaración sobre una amnistía para el Procesisme de Carles Puigdemont, siempre calificado por sus partidarios y por Pablo Iglesias, ex vicepresidente de gobierno de Pedro Sánchez, como exiliado; también hemos recordado el 11 de septiembre el cincuentenario del golpe de estado en Chile del general Pinochet, patrocinado por los EE. UU. contra la coalición de la Unidad Popular del luego suicidado presidente Salvador Allende.
En todos estos casos, como veremos, los significantes onomásticos se confundirían con el significado como parece desear Crátilo en el diálogo socrático-platónico con Hermógenes, por su parte, aparente defensor de un signo arbitrario y no motivado naturalmente. Polémica lingüística en la que Sócrates parece inclinarse por las tesis convencionalistas, ahora que tres otras hablas oficiales como el catalán y sus derivadas, euskera y gallego, en partes de las Españas (Cataluña, País Valenciano, Baleares, Euskadi y Galicia) aspiran a dar trabajo a traductores e intérpretes en las sesiones parlamentarias de las cámaras representativas españolas. Junto a futuras peticiones analogas del andaluz, árabe, aragonés o fabla, asturleonés (bable o asturiano/u, montañés, cántabro/u, extremeño, altoextremeño o castúo, leonés), caló, canario, fala o cacereño septentrional, francés, panocha o murciano, portugués y rifeño, sospecho, que traducciones e interpretaciones, serán entonces canalizadas por la Inteligencia Artificial.
Nunca he entendido el por qué de las cortapisas políticas a que se comparta más la educación pública en castellano junto a otras lenguas oficiales de España, como si a pesar de la posición dominante del español, se aprendiera por ósmosis, y no precisara la enseñanza reglada de su sintaxis, su historia, su literatura, como me consta se practica en escuelas concertadas a las que acuden el estudiantado de las élites en las Españas, por ejemplo, Artur Mas, uno de los políticos responsables de este guirigay. Pero no quiero abrir aquí el melón de los detalles sobre la competencia en las diferentes lenguas de las Españas, empobrecidas hoy por la falta de la práctica asidua de la lectura, por ejemplo, de sus literaturas. Otra petición similar sobre el uso del catalán, euskera y gallego en las instituciones de la Unión Europea parece haber abierto la puerta a otros miedos continentales ante un mayor debilitamiento y desintegración regionales, en vistas de las amenazas rusas y la creciente falta de cohesión entre los 27 estados miembros, donde el brexit envió ya una primera oleada de pánico, y en cuyas instituciones, el español sigue sin ser idioma oficial, frente al inglés como lingua franca, el francés y el alemán. ¿La casa por el tejado?
En la Europa del Mercado Común de los seis, frente a los ciclistas franceses Anquetil, Poulidor, Geminiani, Darrigade … que entonces lo ganaban casi todo, surgió Bahamontes, al que cualquier aspirante a ciclista en nuestras Orbeas de cuatro ruedas, venerábamos con su efigie en nuestra chapas o identificábamos en nuestras canicas con las que reproducíamos la Vuelta a Francia en cualquier superficie urbana o natural (parque o playa) ad hoc. Nuevo camino francés industrialmente unido a la bicicleta, para la dinámica imagen de nuestros vecinos, ahora que el de Santiago de Compostela se revitaliza también a través de nuestras tierras y costumbres que recorren los peregrinos actuales, por el surco de la primera guía turística: el Codex Calistinus del S. XII de Aimeric Picaud.
Anquetil, Rivière, Bahamontes, Vuelta a Francia, 1959
Para más que un Tour, el toledano fue apodado en el año del Tratado de Roma (1957) por el organizador de la ya legendaria carrera, el también periodista Jacques Goddet, como el Águila de Toledo que planearía sobre las altas cumbres. Y así echó a rodar y ascender el recuerdo del nacionalismo de las cosas representado por el emblema carolingio que preside la Puerta Bisagra de la Imperial ciudad del Tajo. Pero Bahamontes debió decepcionar profundamente a aquel dirigente del ciclismo entonces casi exclusivamente del club comunitario europeo, y a muchos de los seguidores patrios de la rapaz toledana, al desplomarse como tocada del ala, y con su caída, cavar de nuevo durante aquel Tour de 1957 nuevas trincheras para las dos Españas. En aquel año de su bautismo aguileño, se retiró de la carrera tras comprobar el cisma en el equipo español entre Bahamontistas y Loroñistas, (en referencia a Jesús Loroño Artega, reciente ganador de la Vuelta a España), todo en medio de una fenomenal rabieta encubierta por un supuesto problema de salud.
Puerta Bisagra, Toledo
No sé si Goddet recordaba, que tras el emblemático apelativo al rancio imperio, aleteaba el franquismo como pusilánime facilitador de los esfuerzos del Eje nazi-fascista durante la Segunda Guerra Mundial, a cambio de un sustancial y negado trozo colonial norteafricano francés, el cual a punto estaba de independizarse entonces en Argelia (1962). Allí, los exiliados españoles de 1939 habían sufrido, como en la metrópoli, múltiples penalidades concentracionarias, sin respeto hasta 1945 al derecho de asilo político que Francia había reconocido como una de las cinco naciones firmantes inicialmente de la Convención de Ginebra para Refugiados de 1933. Toledo representaba también el mito del heroísmo más determinante para aquella endeble imagen justificadora de la dictadura, a través de la evocación de los héroes del Alcázar carolingio, espacio para la resistencia fundacional y la valentía iluminadas por la divinidad a favor de los golpistas de 1936, en cuya fortaleza habían resistido entre el 21 de julio y el 27 de septiembre de 1936. Franco rápidamente entendió su valor simbólico y por ello demoró y frustró una posible entrada en Madrid en el otoño de 1936 para lograr una foto propagandística que le hacía Generalísimo indiscutible de la España rebelde de la España rebelde, como jefe del gobierno [y] eterno del estado, tras añadir su Hermanísimo una natural y eterna conjunción copulativa sin fin al decreto del 1 de octubre de 1936 (Cabanellas).
Alcázar de Toledo. Varela, Franco, Moscardó, Toledo 27 de septiembre de 1936
¿Conocía Goddet que el Delegado Nacional de Deportes español hasta 1956 no había sido otro que aquel antiguo coronel Moscardó, defensor del monumento toledano, cuyo despacho de mando se conserva con el supuesto mobiliario de origen? Hoy es visitable en el Museo del Ejército, el más frecuentado en las Españas, sito en aquella fortaleza-palacio, el cual dispone de una museografía de primer rango, a pesar de algún debatible discurso que a veces la enmarca. Para el nacionalismo trivial del franquismo, ejemplificado fundamentalmente por los dos deportes claves de testosterona masculina como el fútbol y el ciclismo, nada podía ocurrir sin la omnipresente presencia de aquella endeble Delegación, de la misma forma que muchos ciudadanos han descubierto hoy la preeminencia de una federación deportiva como la futbolística, cuyo escudo y título encabeza la corona real como garante de la moralidad de los supuestos valores sociales que representa. Además, los estadios de fútbol pueden ser sólidos mementos arqueológicos que, por ejemplo, blanquean las terribles memorias de aquel golpe de estado de Pinochet y los suyos, como el Nacional de Santiago de Chile, o gracias a los chanchullos financieros para cubrir otros abusos de derechos humanos en países del Golfo Pérsico. En Catar, Arabia Saudí, Barhein, o Emiratos Árabes Unidos se han desembolsado parte de sus infinitos capitales en megaproyectos futbolísticos como la Copa del Mundo o en múltiples equipos de fútbol o ciclistas, deporte en el que Israel también buscaría lavar su ¿irresoluble? conflicto palestino (Naharro https://blog.umd.edu/mondinaire/2022/11/27/while-generalissimo-franco-was-still-dead-on-november-20-2022-mientras-el-generalisimo-seguia-fiambre-el-20-de-noviembre-de-2022/).
En aquella España de la Santa Cruzada del nacional catolicismo, rebautizada por el cardenal Pla y Deniel, la transparencia logocéntrica de apellidos, emblemas y símbolos podía ser interpretada como signo doblemente divino para así mostrar que aquella nación de tan rancio abolengo, estaba para siempre unida por la virtud casamentera de unos muy católicos monarcas tardomedievales que también habían ideado su mausoleo, sin estrenar, en San Juan de los Reyes toledano. Así aquella España sólo podía ser la elegida por y para la diestra del Padre en su retorno al paraíso terrenal perdido de la unidad, – Con el Imperio hacia Dios – y así afianzarse y ejemplificar la síntesis tríadica descrita por Levinger y Lytle para los cimientos del mito de lo nacional. Este está basado en una edad de oro, su subsiguiente decadencia y la promesa y recuperación gloriosa de aquella patria. ¿Les suena a Tornar América grande de nuevo (Make America Great Again) procedente de la doctrina decimonónica de la nación del Destino Manifiesto (Manifest Destiny)?
Pero si la disminuida, subdesarrollada y autárquica España de la franqueza de su Caudillo no lograba económica ni políticamente sus objetivos imperiales, por lo menos los podía exhibir desde las altas cumbres de las que descendía como un Trajano hispano triunfante, por cierto con bastante prevención, un tal Ba(j)hamontes. O para satisfacer el mito conquistador difundido en 1941 por Jaime de Andrade, alias Franco, filmado en 1942 por el cuñado de José Antonio Primo de Rivera, José Luis Saenz de Heredia en Raza, el ciclista Timoner no habría sido otro que uno de esos almogávares que habían surcado el Mediterráneo al mando de la nave aragonesa, reconquistadora de la Mallorca natal del atleta cargado de medallas. Aquel Mare Nostrum aragonés desembocaría en las castellanas Columnas de Hércules y así permitiría Plus Ultra la globalización hispana del Atlántico y Pacífico.
Triada que se ejemplificaba con otra lectura menos heroica para aquella franqueza determinista de la dictadura. En el mismo año en el que el cénit toledano parecía confirmar la recuperación imperial del mito, el Centinela de Occidente no dejaba lugar a dudas sobre la decadencia española que había acarreado su régimen de persecución y fosas comunes, cuando al inaugurar el 1 de abril de aquel 1959, sobre los restos del campo de concentración de Cuelgamuros, el ominoso mausoleo de aquel paradójico Valle de los Caídos, remarcaba que veinte años más tarde, la guerra no había terminado. “La anti-España fue vencida y derrotada, pero no está muerta […] desde el exterior se intentó la reversión de nuestra Victoria […] Interesa que […] que evitéis que el enemigo, siempre al acecho, pueda infiltrarse en vuestras filas”. Y así Fernando Olmeda señaló que “con este discurso, la idea de vencedores y vencidos qued[aba] petrificada […] en la montaña de Cuelgamuros [mientras] Franco volvía a jugar con el engaño de la reconciliación [ausente de] su discurso, [sin mención] a los caídos republicanos, ni tender la mano a los vencidos”.
Prisioneros republicanos de un batallón disciplinario en el campo de concentración de Cuelgamuros del que se fugaron, Manuel Lamana y Nicolás Sánchez Albornozhttps://blog.umd.edu/mondinaire/2023/04/04/los-post-seniors/
Mientras tanto, parte de aquella anti-España, la cual había logrado preservar algún mimbre de inteligencia, perseverancia y cuidado de la res publica, fuera de las cárceles o el exilio, se ocupaba entonces de evitar un Despeñaperros nacional financiero, e invertía el sentido escatológico de aquel mausoleo donde dormía el bien sobre el mal, la virtud sobre el vicio o la luz sobre las tinieblas. Y así, Fabià Estapé, Joan Sardá, militante de Esquerra Republicana de Catalunya, exiliado regresado antiespañol, o luego un futuro presidente y firmante de los Pactos de la Moncloa de 1977, Leopoldo Calvo-Sotelo, a través de José María Naharro Mora, se harían eco de la modernidad de un tal John Maynard Keynes. Precipitada la economía por el Único Lector desde la lucecita de El Pardo hacia una inédita suspensión de pagos contemporánea, y nuevas tarjetas de racionamiento, en el parte radiofónico del 18 de julio de 1959, tras las trompetas del falseado inicio bélico salvador en 1936, y el de las fanfarrias de la victoria aguileña ciclista en Francia, ambos economistas catalanes escucharon que España, de paso, había entrado en la OCDE de París, para poder devaluar la moneda en un 600% frente al $ de EE. UU., e iniciar una estabilización, para así ¿evitar abyectamente? el hundimiento final del régimen gracias a la bancarrota inflacionaria de Paco la culona.
Era el mote de su correligionario de golpe, aunque masón y republicano, Miguel Cabanellas Ferrer, para significar que su mando sería eterno, cuestión irónicamente reflejada en el título de la entrega cinematográfica de Alejandro Amenábar, Mientras dure la guerra (2019). Cabanellas también conocía las garantías de exilio dorado que le había prometido al dubitativo y calculador futuro Generalísimo, otro almogávar de las finanzas, Juan March, para asegurarse su tardía presencia, manipulada en las efemérides de la fracasada intentona que desembocó en aquella terrible guerra civil. En la trinchera opuesta, se encontraba Guillermo Cabanellas hijo, socialista y participante en la sublevación de Jaca de 1930, y exiliado a partir de 1937, finalmente a Argentina.
Y en ese eterno ciclo de repeticiones a lo Nietzsche o de rimas a la Mark Twain, el 20 de agosto de 2023 de nuevo se cruzaron guiños triviales de la historia de aquellas Españas. Todavía algunos la certifican como franquistamente desenterrada/ble, lo que califico como Sacar a pasear el santo para un roto y un descosido, a pesar de que más de dos generaciones de nacidos en España, y sobre todo, de inmigrantes y descendientes, jamás conocieron aquella dictadura, y así lo han mostrado las recientes elecciones del 23 de julio, con una mayoría adscrita a una estabilidad política pactista. Evidentemente, estos déja vu de un pasado manchado están igual de presentes en otras naciones vírgenes de tacha en sus orígenes como Francia, Reino Unido o los EE. UU., sin que parezca afectarles internacionalmente el sambenito de una sucia historia inextinguible. Al contrario, Francia todavía pedalea sobre los momentos revolucionarios de 1789 a pesar del Terror, o de la figura de un Napoleón conmemorado, sin ambages, en su Panteón parisino. El Reino Unido lava parte de su lastre colonial gracias a la exitosa serie The Crown, donde las peticiones españolas en torno al Gibraltar del tratado de Utrecht de 1714 se diluyen gracias a la presencia del Churchill antifascista de la Segunda Guerra Mundial, no el colonialista de Gallipoli, ante inequívocas imágenes franquistas, pero sin mencionar ni su origen ni su localización. Mientras tanto, en los Estados Unidos se equilibra un proyecto sobre sus orígenes como el de 1619 con un colegio electoral censitario procedente de aquellos tiempos esclavistas, el cual todavía sobresee las elecciones presidenciales, consideradas mundialmente, como plenamente democráticas.
Finalmente, la tensa evocación del 50 aniversario del golpe de estado en Chile de Augusto Pinochet contra la coalición democráticamente elegida de Salvador Allende – anotemos las referencias cratílicas al emperador romano y simbólico verdugo de su Crística víctima – ha estado sembrada por una serie de batallas memoriosas entre versiones de un futuro del deseo y otro del destino, según nomenclatura de Desmond Bernal, recientemente citada por David Rieff. Análogamente, podría asimilarse a lo que en España se caracteriza como Régimen del 78, supuesto edificio ruinoso en demolición para los partidarios de Podemos y ahora Sumar, frente a la España de la Transición consensuada y defendida por la mayoría de sus protagonistas. Todo ello, en medio de este batiburrillo de la obsesión en el que la historia, y en particular la española, aparece incapacitada y sospechosa, atrapada entre todo tipo de paradojas pasadas y futuras, y perdida entre la espesa niebla del presente, segado por los imperativos redentores para un pasado buscado por juvenistas desprovistos del tiempo pero obsesionados por éste, mientras otr@s se despreocupan completamente del pasado, sin fijarse en el presente más allá del más reciente tweet tendencioso sobre cualquier tema. A esto ya me he referido ampliamente en mi Entre alambradas y exilios. Sangrías de las Españas y terapias de Vichy (2017).
Frente a este comprensible marasmo, mi generación creía poder anticipar un futuro de cambio y de superación de las dictaduras que asolaban sociedades europeas como la griega, la portuguesa, la española, aquellas del telón de acero y la U.R.S.S., o tantas latinoamericanas, africanas o asiáticas entre sangrientos conflictos como los de Indochina, contra los que participé en EE. UU. como opositor estudiantil. Así el golpe chileno de Pinochet representó una involución múltiplemente dolorosa para los españoles que esperábamos el fin de nuestra dictadura sin fin, que conocíamos la tradición democrática de Chile, o la poesía de Pablo Neruda, en particular los versos de Explico algunas cosas, escritos en la madrileña Casa de las Flores por el cónsul chileno en París y facilitador de la expedición de 1900 republicanos españoles del Winnipeg a Valparaíso en 1939. Y me sigue emocionando el recuerdo del lugar de memoria de una placa de agradecimiento en 1997 de aquellos desterrados exhibida en su residencia de Isla Negra, donde yace el poeta, tras su misteriosa muerte pocos días después del golpe en Chile.
La visité dos veces, junto a mi hija y su madre, la cual había acudido a un último simposio en homenaje a José Donoso, mientras otro de sus participantes, José Saramago, esperaba ansiosamente la noticia nunca certificada en aquel septiembre de 1994 de la concesión del premio Nobel de Literatura; y en una segunda ocasión en enero de 2011, de nuevo junto a mi hija ya adulta, y mi cónyuge, cuyos abuelos y tíos habían sufrido los dolores de un exilio francés menos afortunado.
Y por ello, la memoria ha proseguido remontado a uno de los momentos fundacionales de mi conciencia ciudadana, cuando una tarde de mayo de 1970 acudía a la Filmoteca de Instituto Francés de Madrid en la calle Marqués de la Ensenada para encontrarme que la película programada, Z, del director franco-heleno, Constantin Costa-Gavras, había sido prohibida por decisión gubernativa de la dictadura franquista. Los más avezados comentaban ante la puerta cerrada del edificio la forma en que aquella cinta certificaba cómo las cloacas del estado podían llevar a la involución política de una nación simbólicamente determinante para la idea democrática como Grecia. Hay que recordar que entonces no existían las redes digitales, y que además, campaba la censura que yo sorteaba entre algunos escogidos lectores en la hemeroteca del Instituto Francés en la que podía leer Le Monde, y para España, las crónicas de Ramón Chao.
Logré finalmente ver Z años más tarde en los Estados Unidos, en el cine de Arte y Ensayo, Theater of the Living Arts en la calle South de Filadelfia, junto a otras entregas como Estado de sitio o La confesión, películas en las que aparecía uno de mis actores favoritos: Yves Montand. Pero no anticipaba todavía que el cine de Costa-Gavras estaría permanentemente ligado a mi propio itinerario intelectual. Efectivamente, tras aquellas películas que mostraban la multiplicidad de ángulos y contradicciones en las que pueden involucrarse individuos y colectividades preocupados por la mejoría política de los suyos, se encontraba la pluma de un multifacético intelectual español del exilio, amigo de Montand, autor de una estilizada biografía sobre el actor y su abyecta relación con Simone Signoret, y de su propio reflejo como militante antifranquista en La guerre est finie de Alain Resnais. Se trataba de Jorge Semprún, de cuya obra cinematográfica y concentracionaria me ocuparía por extenso en algunos de mis trabajos, y su presencia en Z explicaba muchas cosas sobre aquella prohibición gubernativa franquista de 1970. Su poliédrica mirada atravesaba así libremente las contradicciones que había extraído de su propia experiencia como antifascista sobreviviente en el campo de concentración nazi de Buchenwald, y como militante comunista en el Comité Central del partido español hasta su expulsión en 1964, junto a Fernando Claudín,debido a su análisis sobre un país más allá de la guerra y el exilio, a pesar de Franco.
Así me viene de nuevo el cosquilleo del recuerdo ante la proyección de la película Missing, y posterior coloquio con Costa-Gavras en el centro Annenberg de la Universidad de Pensilvania durante la primavera de 1982, acompañado por el poeta expatriado chileno, Raúl Barrientos, – compartí entonces amistad y tertulias con algunos de aquellos desterrados, que habían seguido en los departamentos de español de la universidades estadounidenses el itinerario de los españoles republicanos de 1939 -. Con Barrientos, renovador intérprete versicular de la degradación urbana estadounidense, leíamos a Pablo de Rocka y su polémica con Neruda, charlábamos sobre los paraísos artificiales en el modernismo y la mirada de Walter Benjamin, o la modernidad en La Araucana, en la que Alonso de Ercilla daba voz a las víctimas frente a victimarios: Chile (…) la gente que produce es tan granada,/ tan soberbia, gallarda y belicosa,/ que no ha sido por rey jamás regida/ ni a extranjero dominio sometida. Tuve entonces la fortuna de preguntarle al director de Missing sobre el simbolismo tras la imagen de aquel amenazante caballo negro que inundaba la pantalla inicialmente. Y habló de la necesidad de universalizar la bestialidad que subyacía tras aquella historia, en la que buscaba trasladar a los espectadores, en particular estadounidenses, a pesar de la distancia temporal, un proceso de autoconocimiento y reconocimiento de los abyectos intereses de la política internacional de los Estados Unidos, a través de la experiencia real e itinerario personal ante la desaparición de su hijo en los primeros días del golpe, de uno de esos hombres decentes de ideología conservadora. Además, la interpretación que escala por la creciente irritación siempre retenida ante la verdad de un icono actoral del Hollywood de Willy Wilder, Jack Lemmon, añadió una potente áurea de verosimilitud a los entresijos de cómo los Estados Unidos habían movido sus intereses planetarios tras intervenciones abiertamente favorables a procesos dictatoriales como el chileno, o bien, por extensión, podrían tirar la piedra pero esconder la mano ante inaceptables agresiones rusas en un conflicto actual como el de Ucrania. En éste, velis/nolis se benefician de esta sangría el complejo armamentístico norteamericano y toda su industria y servicios adyacentes, tras expandir su hegemonía de la OTAN más allá de las promesas de restricción territorial hechas a la Rusia de la Glasnost, lo cual no significa blanquear la invasión injustificable de Putin. A los que conocemos la no-intervención en el conflicto de la guerra de España de 1936-39 y la posterior connivencia estadounidense con la dictadura franquista, nos surgen una serie de preguntas no despejadas tras esta política de intervención, en lo que son también las secuelas de conflictos y represiones endémicas, según lo descrito en Blood Lands por Timothy Snyder.
Durante un reciente re-visionado de la película chilena de Costa-Gavras, retornaron algunas analogías entre las dictaduras franquista y pinochetista. Como clon de la primera – hay que recordar que junto al vicepresidente de los EE. UU., Nelson Rockefeller, Imelda Marcos, el rey Hussein y el príncipe Rainiero, Pinochet fue el único jefe de estado presente en las obsequias de Franco -, en Chile se usaron las mismas armas de censura ante el potente y universal mensaje del arte del director franco-heleno. O que fuera el juez español Baltasar Garzón el que buscó la extradición del dictador chileno desde Londres a España, accionando el principio de justicia y jurisdicción universales, en parte, gracias a las simientes de la doctrina penalista de Luis Jiménez de Asúa transmitidas en el exilio bonaerense a otro desterrado como Manuel de Rivacoba. Aquél había sido el penúltimo presidente de la República española en el exilio (1961-1970), diputado socialista y ponente principal de la Constitución republicana de 1931, y profesor de la Escuela Matritense de Estudios Superiores de la calle de la Luna 29, arrasada por el conflicto de 1936, y regida hasta 1935 por Isidro Naharro López, mi abuelo paterno.(https://blog.umd.edu/mondinaire/2023/04/04/los-post-seniors/)
Por ello, ya pueden los negacionistas chilenos u otros intentar borrar u ocultar los desastres de la dictadura, de los sótanos donde se torturaba, de los todavía casos de desaparecidos sin aclarar, de atacar los supuestos fallos de una constitución post-pinochetista no aprobada, el cine de Costa-Gavras basado en un itinerario de anagnórisis para el inconsciente de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad estadounidenses, el documental de Patricio Guzmán que sutura archivos para plasmar el extenso fresco de La batalla de Chile, o el del sarcasmo de El conde de Pablo Larraín, proseguirán mostrando cómo el mal existe, los intereses creados impiden que la gente corriente, hasta en la panacea democrática estadounidense, obtengan justicia, y que nuestra especie está capacitada para discriminar entre verdades y mentiras gracias a nuestra revolucionaria identidad cognitiva en permanente proceso de creatividad cultural.
Paradójicamente, este 20 de agosto de 2023 del triunfo globalmente modernizador de las mujeres balompédicas españolas, coincidió con la exhumación del osario franquista de Cuelgamuros, y entrega a sus familiares de los restos de víctimas del conflicto y la represión iniciada en 1936, mientras que sospecho que algunos apegados a los imaginarios del nacionalismo antisajón aplaudían la victoria reivindicadora sobre la Pérfida Albión. Mientras, se significaba urbi et orbi otra selección de apellidos de indudable transparencia significativamente cratílica: Bonmatí, Paredes o Hermoso, esta última, además, estrujada en la supuesta belleza del nomenclator por la patanería y lo que algun@s letrad@s califican como una vejación injusta, ahora no discriminable a partir de la reforma del artículo 178 del Código Penal español que lo enmarca todo como agresión sexual, de este anti-Rubiales: ni rubio, ni joven, ni protocolariamente acorde por sus zafios gestos de testosterona endógena desbocada, ¿dopada también por alguna sustancia exógena? Comme c’est curieux, comme c’est bizarre et quelle coincidence!/¡qué curioso, y qué extraño y vaya coincidencia!, como lo habrían expresado meridianamente el matrimonio Martín en La cantatriz calva del franco-rumano expatriado Eugène Ionesco.
Pero un breve recorrido por la prensa estadounidense de estos días, como el New York Times, influyente publicación de un país en donde el fútbol femenino y otros deportes, — frente al fútbol estadounidense de contacto, son practicados masivamente por niñas y mujeres, en equipos femeninos y mixtos – no deja lugar a dudas por sus titulares sobre los lugares comunes que prosiguen tiñendo muchos éxitos procedentes de las Españas. Por las Españas, me refiero a la nomenclatura plural que aparecía en el Estatuto de Bayona de 7 de julio de 1808 y la Constitución de Cádiz de 19 de marzo de 1812. La utilizo en otras publicaciones, desde un punto de vista cultural incontrovertible, sin menoscabo de la entidad política de nación llamada España, reconocida desde hace más de dos siglos, y así referida por primera vez en el título real de José Bonaparte, rey de España, en tratados internacionales, o en la Constitución de 17 de junio de 1837, donde la reina Isabel II es soberana de las Españas (para referirse también a otras representadas por lo que quedaban de colonias ultramarinas) mientras que el artículo 1 habla del territorio de España.
Antes de que apareciesen las imágenes de todo el grosero folletín que ha permitido rellenar portadas romas de prensa amarilla y del verano, cacarear a programas basura televisivos y otros, y enfrentar aún más a los cuñaos de las ya cansinas tertulias familiares y colectivas, el NYT titulaba muy significativamente la crónica de Rory Smith, periodista basado en Inglaterra: For Spain, a World Cup Title Built on Talent, Not Harmony/ Para España, un título mundial basado en el talento, no la armonía. Y así parecía disminuirse el esfuerzo y éxito colectivo de las jugadoras del equipo de las Españas, que supongo practican, a pesar de todo, un deporte de equipo regido en la actualidad, por la FIFA, siglas transnacionales de la Fédération Internationale de Football Association, [mi énfasis], en su origen, un deporte en común. Dicho titular, se podría parodiar en aires de la manosfera de estos tiempos, para apuntar de nuevo a una especie de talentosas Quijotas que se habrían paseado lanza en ristre para así deshacer los entuertos que dañaban a menesterosas doncellas, oprimidas por los abusivos gigantes masculinos.
To win a World Cup, everything usually has to be perfect. The manager and the players have to exist in harmony. The squad has to be in delicate balance: between talent and tenacity, youth and experience, self-belief and self-control. A team needs momentum, and good fortune, and unity. Spain, in the year preceding this year’s Women’s World Cup, had none of those things […] It is not possible to obtain [a world cup] unless everything is just right. Unless, as Spain proved, you have the talent — bright and clear and irresistible — to make sure nothing can go wrong. Para ganar una copa del mundo, normalmente todo tiene que ser perfecto. El entrenador y las jugadoras tienen que convivir en armonía. El equipo tiene que conseguir un delicado equilibrio: entre el talento y la tenacidad, entre la juventud y la experiencia, entre el autoconvencimiento y el autocontrol. Un equipo necesita una dinámica positiva, buena suerte y unidad. España en el año precedente a esta Copa del Mundo femenina no tenía nada de esas cosas. No es posible ganar […] a menos que todo esté en su punto. A menos, como lo probó España que tengas el talento — brillante, despejado e irresistible — para asegurarte que nada irá mal.
Una alineación arbitraria de las estrellas, casi inevitable en los imaginarios culturales sobre lo español, lo catalán incluido, que vuelve y revuelve en muchos discursos foráneos, a los que hay que añadir, la zafiedad, la grosería, el machismo, la truculencia, la chulería, la extorsión procedentes de los aledaños de la caseta femenina española que han enfrentando a la Federación española y a las valientes y resistentes jugadoras – condimenten a su gusto la ristra de estos despropósitos para más enjundia del NYT y otros observadores -. Así anunciaba este mismo periódico en su sección de Internacional, no la de Deportes, el 5 de septiembre, más de dos semanas después, el cese del entrenador de fútbol femenino o la dimisión el 10 de los corrientes del presidente, dentro de una especie de nuevo Me Too español, el cual certificaría que nos encontramos, desde luego, en tiempos muy poco franquistas. Y así se refería paradójicamente a la fosa entre la tradición machista (palabra de origen española asimilada a tantas lenguas) y un aparente progresismo vanguardista, sutil paradoja también para el uso del concepto de tradición que el exiliado en 1936 a EE. UU., Juan Ramón Jiménez, ya había explicado con su modernismo, lejos de este cacofónico peloteo periodístico: divide between the country’s traditions of machismo and more recent progressivism that has put Spain in the European vanguard on issues of feminism and equality/La división entre las tradiciones locales del machismo y el progresismo reciente que ha situado a España en la vanguardia europea en temas como el feminismo y la igualdad.
No creo confundirme, cuando afirmo que la imagen de España nunca había gozado de más titulares seguidos en dicho diario, si exceptuamos la época de la guerra cubano-hispano-estadounidense de 1898, y de la Civil española de 1936-39. Nunca he entendido ese dicho, reflejo de la histriónica vanidad exhibicionista de estos tiempos, de ser preferible el que hablen mal de uno al silencio, y si el orden de los factores no altera el producto matemáticamente, el de la jerarquía sintáctica sí puede desvelar prejuicios y favoritismos. La imagen de España seguiría así encadenada más al país de sanbenito por los gestos simbólica y abrumadoramente machistas de dicho patán deportivo y adláteres, que al de los logros, no sólo deportivos de esas mujeres, sino de tantas artistas, científicas, humanistas, voluntarias, etc. españolas, – una de ellas recientemente fallecida en Ucrania – y de sus correspondientes ejemplos masculinos que no muestran un ápice de dicho repulsivo comportamiento, y que casi nunca aparecen en portadas y noticias. Y todo, claro, con el máximo respeto en estos días de alto voltaje habitual sobre temas de género, de nacionalidades patrias…
Una retahíla de cortacircuitos que se añaden a esos déficits democráticos de los que algunos siguen acusando también a la negada nación colectiva, hasta tildarse de exiliados, mientras se ufanan de Las contribuciones de Catalunya al progreso social y político de Europa a lo largo de su historia, exposición inaugurada en el Parlamento Europeo por Carles Puigdemont y Toni Comín (etimologías respectivas para el que sube a la montaña, y de comino, – éste último, además poco respetado en el acervo popular -). Se destacaba en la citada muestra, el Consolat de Mar, institución pionera en la legislación marítima y mercantil; la creación del Sindicat agrario Remença; el Tribunal de Contrafaccions, considerado un antecedente de los tribunales constitucionales modernos; y finalmente, la huelga de la Canadiense en 1919, en la que también participó una población obrera no catalana y de otros sectores, procedente de otros lugares del territorio español, antiburguesa e internacionalista de la CNT en su lucha contra la patronal catalana en la Barcelona Traction, Light and Power Company, Limited, de fundación canado-estadounidense, tras la que se logró la aprobación de la jornada laboral de 8 horas en toda España.
Entre la estridencia del debate sobre las nacionalidades periféricas y los esfuerzos separatistas y separadores de partidos anti y pro-españolistas Herderianos, hace tiempo que se defiende desde las filas indepes y el teórico progresismo federalista como el esgrimido por Pablo Iglesias et al, la rectitud semántica de autocalificarse o llamar a Carles Puigdemont, exiliat/exiliado, onomásticamente el que se tira al monte. Depende del prisma con el que se le enfoque: puede ser un Cristo contemplador, sermoneador y redentor desde el Monte de las Beatitudes a su pueblo perdido, o un Anticristo apocalíptico y tentador, Segundo Satanás que se levanta en el Monte Quarantania ante el Mesías socialista Pedro Sánchez, al que se le entregarían las escasas pero únicas riquezas materiales de los siete representantes de Junts per Catalunya para formar su gobierno, mientras se perdería espiritualmente España en manos de la división y a cambio de una amnistía para los políticos catalanes involucrados en el Procès desde 2014. Sesudos debates enfrentan a juristas tocados por diversas banderas para rizar el rizo de la justificación postelectoral de la amnistía sobre procedimientos judiciales en marcha contra estos expatriados y otros, acusados de malversación, sin duda, responsables políticamente últimos de la unilateralidad de ciertas decisiones tomadas en Catalunya, que como siempre pueden servir para enfrentar, entre otros, a catalanes, también españoles velis/nolis en dicho territorio. Mientras, otros se tiran los platos sobre las posibilidades de referendos de secesión y sus diversas articulaciones. Curiosamente, según el letrado Javier Melero, defensor de políticos catalanes involucrados en el Procès, Jiménez de Asúa se había explayado en 1931 sobre la conveniencia de alejarse de las amnistías, ideal y románticamente, en aras de leyes justas y longevas, muy desencantado posteriormente a partir de la guerra de España por la política de los defensores de Galeusca, los cuales lograron desde el exilio hacer pervivir la idea plurinacional en democracia, hasta en las filas del PSOE.
De regreso a exilio, se trata de término, cuyo abuso terminológico esconde su incorporación relativamente reciente al léxico peninsular, ya que su origen galicista, solo se puso en circulación a través de la presencia de desterrados, emigrados, o refugiados, españoles en América Latina, a partir de la Guerra de las Españas de 1936-39, allí donde los galicismos, éxil y éxilé, del latín exilium, eran mucho más frecuentes. Y tienen razón los defensores del término para los indepes si les atribuimos, en este caso, estrictamente la acepción segunda del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española como expatriación, generalmente por motivos políticos, es decir desplazamiento motu proprio, donde siempre hay que probar la persecución opresora de un régimen por motivos antidemocráticos. Pero se yerra si consideramos expatriado como sinónimo de exiliado, y se obvian los contextos histórico-políticos que deben colorear dicho ostracismo por prohibición ideológica y razones totalitarias, debido a la intolerancia opresora de un régimen. Persecución, falta de derechos fundamentales que rodean los exilios modernos, los cuales se generalizan a partir de la aparición de sistemas liberales con constituciones que garantizaban procesos de participación paulatinamente populares en las decisiones colectivas de las naciones. Exilios que cobran carta de naturaleza moderna a partir del S. XVIII (en particular la Declaración de Derechos del Hombre, así lee la francesa del 4 de agosto de 1790) o el artículo 120 de la Constitución Montagnarde de 1793, nunca aprobada, que señala que Francia daba acogida a los huidos de la tiranía y debía perseguir a quienes la fomentaban, como origen de lo que sería la convención de Ginebra del siglo XX sobre refugiados.
Y ya sé que algun@s lectores aducirán que el señor Puigdemont precisamente defendía dicha participación popular respecto de lo que Charles Tilly califica como naciones sin estado de aspiración estatal (state-seeking nationalim). Pero es que para las Naciones Unidas, España, dudosamente aceptada en 1955 en plena dictadura franquista, gracias a los intereses occidentales de la Guerra Fría, hoy es un estado-nación de pleno derecho constitucional, exento de colonias abiertas a la autodeterminación: excepto la de su antiguo territorio del Sáhara occidental, abandonado unilateralmente por el Sr. Sánchez a los intereses israelo-estadounidenses de Marruecos en 2022, al asumir una política del síndrome de Almanzor (Mangas en Aragón) por la que ha descubierto el flanco sur al errático y chantajista tacticismo marroquí, a través de una emigración descontrolable desde Ceuta, Melilla o de las aguas canarias, mientras cuán largo se lo fían a Bruselas, sin brújula para la inmigración. España respeta hoy los derechos fundamentales de sus ciudadan@s, desde luego, mediante la libre expresión en las urnas, o gracias a otras leyes muy avanzadas, todo constitucionalmente amparado por una Carta Magna de 1978, mejorable desde luego, y hasta desmejorable como para cualquier texto legal (como lo mostró recientemente la ley conocida y enmendada como la del Sí es Sí). Así puede ocurrir para cualquier escrito trastocado por cualquier mente supuestamente Sapiens, como lo expresa Adriano en sus memorias fictivas de Margarite Yourcenar cuando señala que las leyes cambian menos deprisa que las costumbres; son peligrosas cuando llevan retraso sobre estas; y aún más cuando se adelantan a sus tiempos (elles changent moins que les mœurs; dangereuses quand elles retardent sur celles-ci, elles le sont davantage quand elles se mêlent de les précéder).
Por ello, eduquemos ante el abuso manipulador de la semántica e historia naturalizables con la que buscan legitimarse los nacionalismos de corte Herderiano de la tierra y de la sangre modernamente representado por sus Diadas en Cataluña, Aberri Eguna en Euskadi, nieblas célticas en Galicia, o presencias remotamente hispanas desde tiempos de Trajano o Adriano, y hasta de Atapuerca. Y en el caso catalán, a través de un supuesto origen de derrota y exilio para sus partidarios austracistas antiborbónicos en un conflicto internacional de intereses monárquicos absolutistas mundiales, y con intereses económicos para los industriales locales del aguardiente probritánicos. Poco tienen que ver con los diversos destierros de liberales (etimológicamente término español emanado del Cádiz de 1812 y todavía presente en el único monolito sobreviviente de aquella constitución en San Agustín de la Florida) o de defensores de la Primera o Segunda República, que tuvieron que huir para evitar, como sabemos en el último caso, las fosas comunes. Esperemos que la ley de Memoria Democrática de 2022 permitirá desterrarlas, por fin, a los archivos de la historia.
Plaza de la Constitución, San Agustín de la Florida, EE. UU.
Hora de los ilusos para quizás empezar a olvidar los determinismos semántico-territoriales, la preeminencia de lenguas identitarias en nuevos estados nacionales frente a las obvias ventajas de l@s políglotas comunicadoras ibéricas, incluida Portugal, por ejemplo, como la del espacio bablista desde el que escribo. Las convenciones de Hermógenes frente al teórico naturalismo de Crátilo, sin olvidar los peros de Sócrates, allí donde habitan la riqueza y el respeto cultural a las fablas de y por todas partes, y la representación y/o reforma política para la estabilidad y acomodo de las minorías muy ampliamente garantizadas por el estado de las autonomías. Pero evitemos los ánimos subterráneos de fer país al reconformar imaginarios lingüísticos, acomodar la historia, reconstruir el habitus y así justificar rupturas patrias, con el espectro de la Torre de Babel europea al fondo, de lo que antes estuvo separado en momentos que poco tenían que ver con la pluralidad unitaria pero democrática del presente. Y siempre con exquisita observación de los derechos de los disidentes sin detrimento para las mayorías, y sin tácticas subterráneas, sobre todo, por parte del poder estatal: esencia de la democracia. Y sin olvidar que esta tampoco cercena los derechos a una hipotética autodeterminación, a partir ciertamente de complejos mecanismos que garantizan la estabilidad constitucional de las naciones de la Unión Europea, y reglados por y para todo el electorado español, no sólo unos cuantos acogidos a una parte de la tierra, y hasta elegidos por la sangre.
Y cordura ante los nacionalismos separadores que François Mitterrand asociaba a la guerra, y que no han dejado de mostrar en tantas naciones de nuevo cuño los peligros de sus vellocinos secularizados por la supuesta identidad (Tortella Casares & Quiroga Valle), o como lo exhiben algunas raíces del conflicto de Ucrania, del que se ha hecho muy poca pedagogía, a partir de lo que significa la agresión injustificable de Putin –nunca es todo unilateralidad –. Y recitar en momentos de nuevas pesadillas nacionalistas cual ¿cínico? mantra ante lo reciclable, parte de lo escrito en el preámbulo de la Declaración de Independencia estadounidense de Filadelfia en 1776: La prudencia, de hecho, dictará que los gobiernos establecidos desde hace mucho tiempo no deben cambiarse por causas ligeras y transitorias. Y en consecuencia, toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a sufrir, mientras que los males sean sufribles, que a corregirse aboliendo las formas a las que están acostumbrados.
Tampoco mentemos guarismos catastróficos y casos excepcionales, por ejemplo en torno a un supuesto tope de longevidad en momentos políticos de nuestra historia. De ello hablaba un descreído Pío Baroja al atribuirle mala suerte a nuestro pasado liberal hasta la Segunda República, o recientemente Felipe González al referirse a la Restauración, Dictadura de Franco y período constitucional post 1978, como si fueran fruto de algún azar repetitivamente hispano, círculo vicioso de enfrentamientos esencialistas entre varias Españas. Un constitucionalismo ciudadano, igualitaria y proporcionalmente distributivo puede ser garantía para evitar y superar dicho catastrofismo. Todo ello, ante las diferencias fiscales del cupo que benefician significativamente a Euskadi y Navarra, frente al cansino negociado presupuestario anual del resto, adscrito a la insolidaridad interterritorial o ¿Qué hay de lo mío? Y así, regenerar formas del habitus del pasado, cuando un presidente como Leopoldo Calvo-Sotelo recibía frecuentemente en La Moncloa, al que entendía sería su sucesor, Felipe González, no como enemigo político sino como un adversario que tendría que seguir encargándose de la res publica (Calvo-Sotelo, López de Celis). Y descreer de héroes y heroínas del Olimpo de los diversos nacionalismos triviales y esencialistas, frente al trabajo y la planificación consistente y armónica de tantos ciudadan@s que, como referido, hasta en momentos de dictadura y exilio, y desde luego en democracia, siempre han contribuido en sus Españas a la mejora de aquel y este país llamado España, donde como reclamaba para la producción artística de la especie, la visitante de 1936, Simone Weil, la mayoría parece atender más al arte de lo negativo que al de la bondad.
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Muy interesante trabajo, profesor. Mis felicitaciones. Abro diálogo para todo el que quiera comentar al respecto, como yo voy a hacerlo a continuación. Estoy de acuerdo en todo con el profesor Naharro-Calderón, excepto en el punto del uso de las tres lenguas regionales en el Parlamento español. Mi crítica en este punto, no va sólo dirigido al gasto extra e innecesario que costará esta sinrazón a nuestros bolsillos (tanto en traductores como en pinganillos, que también), sino a que, además y bajo mi punto de vista, dejar debates, conversaciones, dimes y diretes y decisiones importantes de las que dependen nuestro presente y futuro, en manos de vete tú a saber qué traducción se realice, puede ser muy peligroso. Pienso que ya es muy complicado que nuestros políticos se entiendan por sus diversas ideologías, como para que perdamos el verdadero sentido de lo que se dice en el Parlamento, en traducciones innecesarias. Para mí no es el lugar más acertado para hacer experimentos, ni concesiones a los que sólo quieren disgregar sin cordura y con pataletas infantiles. Vaya por delante que soy defensora de que se protejan las diferentes lenguas en nuestro Estado español y en otros que, por historia y legitimación, hayan perdurado hasta el presente, tal y como hasta ahora se ha venido haciendo. De hecho hablo tres lenguas extranjeras, aunque no con el dominio que me gustaría y creo que este uso y conocimiento enriquece mucho más mi persona, cuanto más para considerar, que estas lenguas legítimas puedan y lo hacen de hecho, enriquecer la cultura de nuestro país. Pero una cosa es proteger estas lenguas y otra muy diferente es pretender dejar de entenderse, en un lugar donde sus señorías tienen el deber de llegar a acuerdos sí o sí, con la suficiente inmediatez y claridad….por nuestro bien. Porque no olvidemos, que ellos están a nuestro servicio. Les estamos pagando para eso, no para permitirles pataletas.
Estimada Marisa, aprovecho tu amable comentario para incidir en algunas aspectos no amplificados anteriormente.
Sobre lo cortés de las fablas.
Desde luego, parece que las Cortes españolas serían el espacio donde debiera primar lo cortés del debate plural en fabla común, o lingua franca castellana, frente a los parlamentos de comunidades con lenguas co-oficiales (Baleares, Catalunya, Comunidad Valenciana, Euskadi, Galicia, Navarra) o el Senado español. Pero bienvenido lo cortés de las otras fablas, si algún@s, que a veces, parecen pasar un camello por el hueco de una aguja, así abandonan los argumentos de victimismos político-lingüístico-culturales, más allá de las filias y fobias reversibles que corren por todas las Españas cuando algunas personas escuchan la lengua de los “enemigos”, con un punto de vista identitario-radical. Reúnase en el ciberespacio, por ej. a especímenes de Vox y de la CUP, o de Junts o ERC de “morro fort”, o abertzales en el entorno o izquierda de Bildu. O simplemente hable catalán en algunos lugares de Llanes, a ver qué cara pone alguna gente que luego defendería lo “cristiano” del “bablismo” monolingüe. Cosas oiredes Sancho.
Ahora tome el otro lado del argumento, y dese cuenta que aquella señoría que puede expresarse en la lengua común que marca la Constitución, se supedita a una traducción o interpretación, como todas, traicionera, por utilizar la lengua co-oficial de su parlamento y autonomía. De todas formas, para rizar el paroxismo, las interpretaciones de sus señorías diversas en las Cortes se realizarán, en todos los casos, al castellano. Es un gesto quizás innecesario para la mayoría, pero … más probablemente en detrimento de la capacidad comunicativa de la minoría hacia la mayoría. Ahora bien, una vez concedido el deseo, — otras personas hablarían de capricho –, siempre que tenga un límite asumible, — el de las sesiones plenarias y no el del funcionamiento operativo del Congreso de los Diputados, o su trasvase a la administración general, volverá la calma lejos de la olla exprés de tertulian@s indignad@s, a los que habría que preguntar sobre su poliglotismo … Ya tras los primeros días, algunas de sus señorías, hasta han regresado al castellano puntualmente, y luego se expresan en la lengua madre para los suyos y sus medios de comunicación … Todo lógico y asumible en estos momentos de “rauxas” identitarias por tantas partes, como si no hubiera problemas más urgentes: los desafíos de la inteligencia artificial, los modelos de una agenda sostenible, de nuevo con objetivos irrealizables al crecer mediante energías “limpias” que no lo son, a falta de nuevos metales escasos para las nuevas tecnologías, cuya extracción puede ser tan contaminante y explotadora como la de los fósiles, y desde luego sin abastecimiento suficiente para los nuevos cementerios de paneles solares …, una política hacia la migración que nadie sabe enmarcar, etc. Mucho “postureo” como dicen hoy …
Pero la democracia es también defender el derecho de las minorías que no ponga en riesgo a las mayorías (Tocqueville). Es molesto, ineficaz, caprichoso, hasta cierto punto … Por eso en mi ensayo más largo El águila, el timonel, el patán, el exiliado, y el 11 de septiembre, busco el humor al señalar cómo el resto de las fablas de las Españas buscarían luego obtener derechos lingüístico-parlamentarios similares, y volver a la Torre de Babel … Uno de los puntos que defiendo allí, quizá un poco más claro que en la versión escrita corta, y desde luego, la oral, es que la enseñanza de las lenguas co-oficiales es algo complejo, y a veces, en detrimento de la lengua común (nada se aprende por ósmosis).
(https://blog.umd.edu/mondinaire/2023/09/22/el-aguila-el-timonel-el-patan-el-exiliado-y-el-11-de-septiembre/)
Evidentemente, este asunto desborda el contexto inicial del escrito anterior. La política de “inmersión” en Catalunya, y ahora la nueva política en Euskadi favorecen el conocimiento de las lenguas autóctonas. En Euskadi, el nuevo modelo exigirá un dominio B1 en español/o euskera, aunque ya la enseñanza en euskera empieza a dominar, mientras las pruebas muestran la caída en la competencia de ambas lenguas, [https://elpais.com/educacion/2021-11-21/el-bajon-de-resultados-en-bilinguismo-revuelve-los-cimientos-de-la-escuela-vasca.html] mientras nacen jergas nuevas como el “euskañol”, evolución siempre interesante en el momento en que conviven varias fablas. Y por ello, se trafica con una apariencia bilingüe, la cual no conduce a un conocimiento “nativo” equivalente en ambas lenguas, a menos que se practiquen oralmente, se estudien y, sobre todo, se lean y se escriban asiduamente en ellas.
El caso que mejor conozco sobre el terreno es el de la Catalunya Central, donde observo con mi deformación de filólogo “asesino” cuando pío en mi catalán de andar con mi santa que me enseña y me corrige, cómo allí el catalán es claramente mayoritario en el ámbito familiar y sistema educativo de inmersión, donde las personas teóricamente bilingües suelen acabar con una competencia menor en castellano: “La disparidad mayor se da en Girona, Catalunya Central y Maresme-Vallès Oriental, que quedan lejos en el dominio de castellano. Y en catalán pinchan Tarragona y el área metropolitana de Barcelona” (https://www.lavanguardia.com/vida/20181029/452608744159/plan-linguistico-escolar-cataluna-nivel-barcelona-objetivo.html) En las pruebas de acceso a la Universidad de 2018, la nota media de lengua castellana en Cataluña fue, según datos del Ministerio de Educación, de 6,41, levemente inferior a la media española (6,45). (https://elpais.com/elpais/2018/02/20/hechos/1519155828_032955.html) Pero en la distribución geográfica, “en lengua catalana, las medias más altas corresponden a las comarcas más catalanoparlantes de Terres de l’Ebre (78,5) y de la Catalunya Central y Lleida (77,8), mientras que la más baja es la de Barcelona Comarques (74,2). En lengua castellana, la puntuación media más alta la obtiene Tarragona (80,3), mucho más castellano-parlante, y la más baja es la del Baix Llobregat, Catalunya Central y el Vallès Occidental (76,6)”. (https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20211205/alumnos-catalanes-altamente-competentes-catalan-12924569)
Y muy probablemente, hay una diferencia significativa entre las generaciones de la inmersión de hoy menos competentes en castellano que aquellos hablantes, cercanos a un bilingüismo de nivel C-1 con nivel avanzado de competencia apropiado para tareas más complejas de trabajo y estudio y que proceden generacionalmente del antiguo sistema “opresor” del monolingüismo castellano heredado del franquismo, y que luego lograron competencias de expresión escrita adecuadas en catalán, en épocas anteriores a la digitalización.
Para mi postura en el Partido Radical de los Ilusos, el estudiantado debería poder elegir en una proporción de comunicación cercana al 75% la enseñanza en la EGB en la lengua de no competencia familiar en la co-oficialidad territorial en la que se encuentre, para luego complementar la lengua familiar en un 25% de enseñanza restante, para luego continuar más allá de la EGB en la lengua de su elección, complementada por la otra co-oficial. Todo ello se puede organizar, sobre todo, con todos los recursos de la IA actuales, para preparar programas escolares co-bilingües reversibles, etc., a los que hay que añadir la competencia del inglés. Y en principio, representa una de las modificaciones que instauró Ensyament en Catalunya en 2018, sin saber finalmente si fueron papel mojado: “El nuevo modelo da libertad a los centros para mejorar las competencias de comunicación de sus alumnos en función de la realidad de las lenguas que hablan. El catalán se mantiene como lengua vehicular y de comunicación con los padres, pero las escuelas pueden modificar la exposición a la lengua según convenga para mejorar el resultado de los alumnos. En los centros de Catalunya Central y Girona se ofrecería más exposición al castellano, mientras que en los de Tarragona y Baix Llobregat, al catalán. No obstante, la evaluación de competencias básicas de la Generalitat, en la que participaron 66.000 alumnos, mide la comprensión lectora y la expresión escrita, pero no la oralidad. En este sentido, el reciente estudio de la Universitat de Barcelona Language, culture and curriculum indica que todos los alumnos en Catalunya tienen una confianza lingüística elevada, esto es, la mayoría se siente capaz de hablar en casi cualquier contexto” . https://www.lavanguardia.com/vida/20181029/452608744159/plan-linguistico-escolar-cataluna-nivel-barcelona-objetivo.html
Pero tenemos que saber también que la competencia del llamado castellano en el resto del estado — por cierto terminología machacona del franquismo — como mencionaba antes en el decreto de nombramiento del “Caudillo”, de la que se apoderaron los nacionalistas periféricos, — en particular el PNV de Arzallus– no es precisamente glorioso, con escolares que desconocen la ortografía, y no leen literatura en lengua alguna, etc. “En 4º de la ESO en 2020-21, en el apartado de faltas de ortografía, los resultados, no muy positivos, salen mejor en castellano que en catalán. Así, la media de faltas por alumno se sitúa en 7,6 en lengua catalana y en 7,4 en lengua castellana”. (https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20211205/alumnos-catalanes-altamente-competentes-catalan-12924569). El tener el castellano una ortografía más regularizable, podría explicar el menor número de faltas, y el aprendizaje activo de dos lenguas, desde luego, incide en mejores niveles de competencia en dichas comunidades bilingües, los cuales, de todas formas, siguen siendo relativamente poco espléndidos En fin, por lo general, que en tierra de ciegos, el tuerto es el rey.
Quiero incidir que tampoco comparto la terminología de castellano frente a la de español, ya que aquella se referiría restrictivamente a la lengua de un espacio histórico-geográfico y no a la nomenclatura asumida a partir del XVIII como imagen de la difusión geográfica de dicha lengua por las Españas y las Américas, más allá de lo que representaba un proyecto normativo de dominio cultural, enraizado en la creación de la RAE y su “Diccionario de Autoridades”. Y es verdad que la mitad de las constituciones latinoamericanas se refieren también al castellano. La mención del castellano en la Constitución Española de 1978 fue una concesión defendida, por ejemplo, por Camilo José Cela, ante los deseos de Jordi Pujol, cuya administración, gracias a la política de transferencia de las competencias de educación por parte de la administración central a todas las comunidades autónomas, aceleró la inmersión el proceso de “fer país” y del “Avui paciència, demà independència”. Y por aquí, volveríamos a darnos de bruces con el nominalismo de Crátilo frente al convencionalismo de Hermógenes.
En Galicia, el modelo del bilingüismo es “implantado desde el año 2010 es el denominado de conjunción de lenguas, que consiste en que hay una única línea de enseñanza, con la prohibición expresa de separar al alumnado de centro o de aula por razón de lengua”. En este modelo, indica el informe, “a la lengua gallega se le otorga la prerrogativa de lengua vehicular de la enseñanza, y se reparte la docencia con el castellano “en porcentajes iguales”, por lo que “no contempla la posibilidad de la implantación del modelo de inmersión lingüística. Se puede afirmar, pues, que no existen limitaciones a la enseñanza del gallego en Galicia, sino el seguimiento de un sistema de enseñanza bilingüe que, por otra parte, avalan múltiples estudios científicos, así como los resultados obtenidos”. Sin embargo este modelo es atacado por los galleguistas que “censuran la postura del Gobierno central conformado por PSOE y Unidas Podemos después de todas las movilizaciones en defensa del gallego y contra este modelo. Al respecto [se] ha recordado las cifras de desconocimiento del idioma en menores de 15 años, que alcanzan el 25 por ciento, y sus carencias en ámbitos como el audiovisual o el ocio juvenil como resultado de “una política muy agresiva” contra el gallego que ahora mismo este informe está avalando. Desde el BNG, Mercedes Queixas ha lamentado estas afirmaciones, que parten de un Gobierno supuestamente de “fuerzas de izquierda y progresista”, y que distan de la realidad “objetivable” de Galicia, sobre todo de la “fuerte regresión” en la enseñanza del idioma y en su transmisión'”. (https://www.europapress.es/galicia/noticia-informe-gobierno-avala-modelo-linguistico-xunta-niega-limitaciones-gallego-ensenanza-20210216171055.html)
También diría que el nivel de competencia del castellano, para usar la terminología constitucional, que observo, a veces, en algunas intervenciones en el Congreso o Senado, sería de nivel B-1/B-2 donde algunos usuarios fluctúan entre el 1 para desenvolverse en la mayor parte de las situaciones que pueden surgir durante un viaje por zonas donde se utiliza la lengua objeto de estudio, o lo exigible a los Erasmus, y el 2, para desenvolverse con hablantes nativos con un grado suficiente de fluidez y naturalidad, de modo que la comunicación se realice sin esfuerzo por parte de los interlocutores, aunque lejos del C1 con nivel avanzado de competencia apropiado para tareas más complejas de trabajo y estudio, o el C-2 que no representa tampoco la competencia nativa. Algo tiene que ver con la pobreza retórica y parlamentaria de las intervenciones. En particular, recuerdo la intervención de Marta Rovira de ERC cuando vino a defender un proyecto de referéndum de autodeterminación catalán al Congreso de los Diputados en abril de 2014. Tras la jubilación de Joan Sardá, dicha formación se ha cuidado de enviar a Gabriel Rufián, — de nuevo el cratilismo– que paradójicamente noto adolece de una competencia menor en catalán, al ser él mismo de lengua materna castellana. Y recuerdo cómo furibundos indepes de morro fort, con pasados diversos en el espectro ideológico, clamaban cuando el charnego Montilla llegó con su “barreja de català” al Palau de la Generalitat. Por ello, algunas personas en la política se expresan con mayor dificultad en una lengua que conocen peor frente a la familiar y/o a la de su formación educativa, mientras que además, esperan proyectar y representar el sentido identitario que les da esa lengua del entorno familiar. Este no se puede negar ni separar del lado comunicativo, sobre todo en las personas que aspiran a tener su propio marco nacional-estatal, y así regresamos al debate de lo natural frente a lo convencional.
Por ello, no habría que dar razón alguna para que esas personas se quejen de discriminación lingüística-cultural, si eso vale la molestia de algunos traductores e intérpretes (algunos sueldos que estoy seguro acabarán en la IA). Y además, por ejemplo, el catalán es lengua de comunicación que se codea en números de hablantes con al finés, danés o noruego, mientras que el gallego hablado en Galicia por unos dos millones y en ultramar, también merece por volumen atención, seguido del millón aproximado de hablantes del euskera batúa, idioma normalizado en 1968 para superar su importante división dialectal. Pero la historia hizo que unos espacios políticos conformaran estados-nación liberales, y otros no. Mientras que tanto gallego como catalán, como castellano, ahora sí es pertinente esta denominación histórica, proceden de la misma familia, y por ello, no habría que estrujarse los sesos, para por lo menos, que los escolares de las Españas tuvieran un conocimiento mínimo, un bañito, de sus primas lingüísticas, — el euskera es otra familia bastante más alejada — y hay que dedicarle muchas más horas para llegar a alguna mínima competencia.
Ahora bien, en los EE. UU., no hay ninguna mención en su constitución federal sobre la lengua, pero sí en las constituciones estatales, mientras que los escasos territorios de las reservas indígenas conservan, a duras penas, sus diferentes lenguas autóctonas, arrasadas por la “conquista del oeste”. El bilingüismo en la enseñanza escolar con el español en EE. UU., originario de 1967 — sin embargo no hay bilingüismo para la importante comunidad de origen asiático como la china – ha cambiado con una enmienda de 2002. Busca “asimilar” la diferencia de los que llegan hablando español para que pasen rápidamente a las clases monolingües, y que muchos inmigrantes “renuncien” a su lengua materna para no ser discriminados como no pertenecientes a la comunidad angloparlante. No Child Left Behind (NCLB), (No Dejarse Atrás a Ningún Niñ@) de 2002 impactó significativamente en la educación bilingüe del Bilingual Education Act de 1967 que ha pasado a denominarse English Language Acquisition, Language Enhancement, and Academic Achievement Act, al focalizarse en el control examinador de las competencias en inglés y no el bilingüismo, que queda a disposición de las variadas políticas locales y estatales de enseñanza. “Aumenta así el síndrome del converso” asimilado de las últimas generaciones de inmigrados o ya nacidos con derecho de suelo que pueden tratar a los recién llegados de los flujos migratorios actuales como “chanchis”. En ciertas escuelas, algunos profesores más ilustrados y con políticas locales y/o estatales más diversas, buscan proteger a esos estudiantes bilingües que en realidad poseen una riqueza añadida para poder comunicarse en dos lenguas. Pero en general, la lengua de herencia queda ahora supeditada al dominio del inglés, y los estudiantes tienen más dificultades para conservarla, practicarla y asumirla como propia, hasta llegar, los privilegiados, a la universidad, donde pueden reconstruir sus raíces, a través de los estudios “latinx”. Mientras, la parte siempre eficaz del capitalismo consumista ha buscado que el español no sea una barrera comunicativa, y para ello, fomenta un bilingüismo pragmático en cartelería, mercado, etc. En fin, nada de todo esto es una calle unidireccional en ningún lugar, y desde luego, las lenguas tampoco pueden ser armas arrojadizas como para separatistas y separadores en las Españas. Evidentemente, “una sociedad bilingüe no puede aspirar a una ilusa y plena competencia en ambas lenguas, sí puede aspirar a sacar la lengua del debate político” https://elpais.com/opinion/2021-11-30/la-lengua-no-es-el-problema.html), pero sí a la riqueza y diversidad.
Otro tema son las concesiones a partir de lo que representa los intereses y derechos fundamentales de todo el mundo en las Españas y España … cimentados para alejarse de desencuentros muy sangrientos (tres conflictos carlistas y el de la España in-civil en los dos últimos siglos): supuesto derecho a una autodeterminación unilateral, basada fundamentalmente, en el fomento identitario y sentimientos de las minorías del suelo y de la sangre, principalmente en Catalunya y Euskadi, mucho más difusos en Galicia, sin olvidar los episodios de violencia etarras, el discurso xenófobo del ultra nacionalismo español, y la guerra subterránea por parte del poder estatal, tanto en Euskadi [GAL], y Catalunya (Operación Catalunya de los Fernández, Villarejo et al, Espionaje Pegasus, etc.)
Y todo ello, sobre todo, entre el oteo de la historia del nacionalismo urbi et orbi — ante el candente conflicto de Ucrania, y sin excusar en ningún sentido la agresión de Putin: un caso de libro de desencuentros históricos en el que están muriendo miles de gentes, sufriendo lo indecible por unos palmos de terreno (“Tierras de sangre” las califica Timothy Snyder) donde el complejo armamentístico mundial se está, como siempre, y sobre todo el de EE. UU. y su boyante economía, forrándose. Y esto en un mundo en el que, sin embargo, hemos renunciado mayoritariamente al conflicto armado y la violencia, por ambos lados del teórico espectro desdibujado de derechas e izquierdas. En los casos de los “diferencias” nacionales en “Las Españas”, terminología que ayudaría a limar algunas falacias, de nuevo la nomenclatura puede ubicarnos con mayor claridad en el mundo. Por eso, creo que no se pueden aceptar esos comentarios completamente fuera de lugar como “bueno pues que se independicen”, sin pensar en los problemas reales de las personas, probablemente mayoritarias, que no desean para nada dicho pasotismo, que buscan una solución de continuidad, sin traumas ni nuevas estridencias locales. Ese pase de página irresponsable está relacionado con la ignorancia populista de los sentimientos nacionalistas que escalan y ocupan el ciberespacio de las redes sociales, en un momento en que la globalización uniformadora del modelo de consumo del mercado – “es el mercado, amigo” y no el mercado amigo — amenaza también la ansiedad de las identidades locales. Y en el contexto de lo que ha representado para la UE, la irresponsabilidad británica del brexit.
Hoy leemos una noticia sobre la lluvia de millones que Europa sigue vertiendo sobre las Españas para que avancemos hacia un futuro donde el propio proyecto europeo está en entredicho, entre otras razones, por la ausencia de una fiscalidad común, pero sin embargo, con un horizonte de consenso que nos pueda alejar de finales catastróficos, a pesar de nuestro envejecimiento. Es asunto de vida o de muerte, en un continente que se encanece rápidamente con un aumento de la tasa de dependencia de las personas mayores de 65 años (https://ec.europa.eu/eurostat/statistics-explained/index.php?oldid=510186) y sin un proyecto viable que nos lleve a un consenso migratorio europeo, y que además revierta los horrores de las nuevas costas da morte, no en el litoral gallego, sino en el gaditano-malagueño-almeriense y canario …, en el griego, en Lampedusa … y que explica, en parte, la demagogia y el ascenso de Vox, Le Pen, Meloni, etc. de turno — de nuevo Crátilo — . Pero “¿ande yo caliente” … y como el suicida que cae por el piso 45 del Empire State Building, “por ahora, bien”?
Y para los que hemos creído desde hace bastante que hay que huir de las identidades metafísicas de los pueblos como de la peste, la cual, como señaló Camus, al igual que el fascismo no desaparece, y es científicamente comprobable, a lo mejor en algo nos valió la pena al llevar la cáscara encima, lo de no creernos todo eso de la patria chica, frente a lo de “go west”, o “les voyages forment la jeunesse”.
En fin, “conllevar-se” que decía Ortega, otro buen maridaje cratílico-hermogénico, “l@s otr@s a l@s un@s”, añado, y si posible con leyes justas y longevas como suspiraba Jiménez de Asúa …
Y perdona, Marisa, lo prolijo de estas notas que me permiten revisar algunos conceptos que pueden interesar en torno a migraciones y exilios, y diversidades lingüísticas …